285 millones de personas en todo el mundo tienen problemas de visión, y en buena parte de los casos, en torno al 80%, lo único que haría falta son un par de gafas o una sencilla operación de cataratas.
El gran problema es que la mayoría de afcetados vive en países en vías de desarrollo, donde el acceso a un oftalmólogo es muy limitado. Hay pocos, están en las grandes ciudades y visitarlos es tarea imposible.
El doctor Andrew Bastawrous, un oculista de 34 años, afincado en Londres, fabricó y desarrolló Portable Eye Examination Kit (PEEK por sus siglas en inglés), una herramienta basada en una aplicación para móviles y cierto instrumental que se acopla al teléfono para examinar la vista. Tiene todo lo fundamental que necesita un oftalmólogo.
Esta particular clínica de bolsillo se puso a prueba en un estudio piloto en Nakuru, Kenia, con unos 5.000 pacientes, pero antes ya había pasado los ensayos clínicos en Escocia. Tanzania, Botsuana e India también entran en los planes de Bastawrous para el futuro más cercano.
La mayor ventaja de Peek, cuya aplicación en un primer momento es exclusiva para Android, es que puede ser utilizada por cualquier oculista sin demasiada preparación adicional y a un coste muy reducido: unos 500 dólares frente a los 160.000 que cuesta el equipamiento clínico habitual, cuya utilización requiere además un equipo de técnicos con formación específica.
Y todo esto, que suena extraordinariamente bien, ha supuesto a Bastawrous un buen número de sacrificios que ha asumido con gusto, movido por la voluntad de mejorar el mundo en la medida de sus posibilidades. Cuando se desplazó a África, sin hablar ni una sola palabra de suajili, se llevó consigo a su mujer y su hijo recién nacido.
Sin embargo, los resultados le compensan. La aplicación ha recibido numerosos premios del sector tecnológico y, lo más importante, ha cambiado la vida de muchas personas, como la mujer de 90 años que llevaba una década con ceguera hasta que Peek detectó que simplemente tenía cataratas y se sometió a una operación para extirparlas.
Su pasión por la oftalmología tiene sus raíces en su infancia, y nació de la forma más sencilla. Cuando le pusieron gafas por primera vez, Bastawrous pasó de ser un alumno mediocre que sufría para ver la pizarra a convertirse en uno de los mejores de su clase.
Así aprendió a valorar la importancia del sentido de la vista y, con el tiempo, decidió poner su granito de arena para acabar con los problemas de visión en los países en vías de desarrollo, los lugares donde más se producen y, desafortunadamente, menos se tratan.