La red está que trina, los Gobiernos europeos, el nuestro (que es casi como si fuera a parte) y algunos grupos de poderosos están indignados porque el escándalo del espionaje masivo de las telecomunicaciones por parte de Estados Unidos puede destapar desde sus más comprometedoras intimidades hasta sus trapos más sucios.
Y si es verdad lo que publicó The Guardian y la NSA (Agencia de Seguridad de EEUU) intervino hasta 200 números de teléfono de líderes mundiales, aquí puede armarse la marimorena. Lo primero que estaría en entredicho sería, por supuesto, la credibilidad de Barack Obama, que si no tiene ya suficiente escándalo dentro de sus fronteras, como para que ahora se demuestre que bajo el paraguas de su gobierno una agencia espía a medio mundo y que se especule sobre su grado de implicación y conocimiento en estas prácticas (The Wall Street Journal publicó que si el programa de la NSA para espiar a los gobernantes mundiales se ha paralizado fue gracias a una inspección del ejecutivo de Obama. Otros le critican haciéndose con el lema gracias al que ganó las elecciones,“YES, WE CAN”, al que transforman en: “YES WE SCAN”).
Pero al margen de si el presidente sabía o no sabía, o de si la agencia espiaba por libre o no, lo que queda claro es que este tema deja en evidencia a la Comunidad Internacional, que primero presume de pactos de colaboración y luego, ante un conflicto como éste, desconfían unos de otros. Porque el espionaje lleva consigo muchas preguntas: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué esperan encontrar? ¿Qué tipo de “relaciones de confianza” son esas que aseguran tener los líderes del mundo? ¿Qué pasa con Snowden ahora? ¿Será un traidor a medias? ¿Se puede ser traidor a medias? Y es que todo el mundo apoya al Gigante de las Barras y las Estrellas hasta que, como siempre, hay un conflicto de intereses. Entonces decimos digo donde dijimos Diego, reculamos, nos indignamos, y ya no somos ni tan amigos ni tan compañeros. Y esto pasa, desgraciadamente, a todos los niveles y en todas las facetas (economía, recursos, política…) y no solo a nivel internacional, en las que los pactos y los acuerdos, las sonrisas puntuales y las fotos estrechándose las manos se quedan en nada en cuanto los intereses de alguna de las partes chocan y cada uno termina barriendo para su casa.
Por otro lado, sabemos de la potencia en inteligencia y espionaje de ciertos países. ¿Vamos a sorprendernos ahora de que en esta sociedad ultracongestionada de información haya alguien que se dedique a espiar a los demás? ¿En serio? No es tanto el hecho, sino los motivos y las consecuencias. Por supuesto que no es lícito violar la intimidad de nadie, supeditar los derechos individuales al poder y mancillar la información para sacar beneficios, porque no olvidemos que todo ello va en contra de toda ley, pero por favor, no seamos tan tontos como a veces parecemos y no vayamos a pensar ahora que nadie nos espiaba antes de que éste escándalo saltara a la palestra.