Si me lees desde el sur seguro que estás muy acostumbrada a ver olivos casi por todas partes. En Galicia, sin embargo, es muy, raro. Al menos en Coruña. Por eso me llamó tanto la atención encontrarme este ejemplar en medio de una calle. No tengo ni idea de cómo puede haber llegado ahí, ni si hay algún motivo especial, como que formase parte del jardín de una vieja casa, o algo así…
En general los olivos me encantan: su porte, la textura de su tronco, su lentitud en crecer, la simbología alrededor de ellos… Y me parecen árboles muy representativos de España, junto con el roble de nuestros paisajes norteños.
En cuanto a esto de la presencia de los olivos en Galicia, el otro día me enteré de que en la antigüedad sí que se podían encontrar bastantes por aquí, traídos, cómo no, por los romanos. Y que los Reyes Católicos ordenaron talarlos en el siglo XV, aunque consiguieron persistir en algunas zonas montañosas aisladas. Cosa curiosa es que en el escudo de Vigo se puede ver un olivo.
Parece ser que en la actualidad hay algunos colectivos de agricultores interesados en recuperar algunos de los antiguos olivos e incluso producir aceite de una variedad de aceituna autóctona. Incluso llegué a probar uno que estaba bastante bueno (y fuerte) y con una imagen de marca preciosa, con una botella de Sargadelos. No sé si merece la pena semejante esfuerzo con la cantidad y calidad de aceites que tenemos en España, pero como cosa curiosa tiene su gracia.
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