Revista Cultura y Ocio

El olor (microrrelato de misterio)

Por Julio Alejandre @JAC_alejandre

El olor (microrrelato de misterio)

Alguien la había desenterrado diez minutos antes. Luego le perdió la pista.

Tenía miedo. Hacía frio. La oscuridad la cubría como una mortaja y se encontraba completamente desorientada. Pero el viento le trajo el rastro de un olor.

Se puso en movimiento, dejándose guiar por su nariz, a la caza de aquel olor apenas perceptible, el eco de un eco, moléculas perdidas en hectómetros cúbicos de insípido aire. Avanzaba casi a tientas. Cruzó el descampado lleno de sepulturas anónimas, sin pasado y sin historia, tropezando, alucinada aún, hasta que sus pies tocaron el áspero asfalto de una calle en un polígono industrial, fantasmal a aquellas horas.

El olor aumentaba en intensidad, doblaba esquinas, saltaba vallas e incluso cruzaba callejones, y la mujer continuaba, fiando en su olfato, en su instinto, hasta que por fin vio una luz lejana que iluminaba su inevitable pedazo de calle. Y en la calle el ruido, y los vehículos, faros que la deslumbraban, otra calle, más luces, calles vacías, luces vanas. Y por fin una sombra fugaz, apenas entrevista, penetrando en un portal.

Es ella, piensa. Es ella, se repite como un mantra, para convencerse. Y avanza decidida, rodea una rotonda, se cruza con un grupo trasnochador que observa sorprendido su patético aspecto. Pero a la mujer no le importa y se pega a las fachadas y avanza también ella como una sombra hasta llegar al portal. Está cerrado. Llama a todos los botones del portero automático. Voces metálicas, robóticas, sacuden el silencio: gritos, enojo, algarabía. Pero una madre preocupada, un alma caritativa o un amante impaciente le abren la puerta.

El olor está dentro del vestíbulo, más fuerte, le llena la cabeza, cruza el vestíbulo ―el olor―, la lleva, tira de ella, y ella asciende la escalera izquierda, sube dos pisos, se detiene en el descansillo y llega hasta la puerta 24 C.

Luego llama al timbre.


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