La adormidera, o la papaver somniferum, su nombre científico, contiene unas cápsulas en su fruto de las que se obtiene el opio a través de su savia. Actualmente es utilizada en la medicina a través de derivados como ingrediente por su composición de alcaloides y su efecto analgésico.
La llegada del opio a Asia
Desde la cultura egipcia se conocía la adormidera a la que se le atribuyeron aplicaciones medicinales. Los griegos la integraron en la elaboración de la triaca, pero no sería hasta la cultura romana que aparecieran los primeros tratados de medicina pormenorizados sobre las propiedades del opio. Tras la caída de Roma, el Imperio Romano de Oriente sería el depositario y transmisor de la cultura, que llegaría al mundo islámico. El cisma nestoriano sería el emisor del conocimiento de la adormidera a Asía, a través de la Ruta de la Seda en torno al s. VII.
Una vez en China y por el interés del gobierno en la ciencia de la medicina y la farmacopea no se dudó en contar con el conocimiento de medicinas foráneas. Se la describe como amarga, de efecto calmante y efectiva, sin embargo, su uso no tuvo cabida en el ámbito medicinal, sino como artículo de lujo y tributo.
La adormidera como decoración de patios
La adormidera se difundió en China, durante las dinastías Sui y Tang, pero no por sus aplicaciones medicinales, si no por la belleza de su flor, y es que se difunde durante la etapa de los famosos jardines que usaron la amapola como flor exótica para sus composiciones florales. Habría de esperar a la dinastía Song para ver la adormidera y sus semillas aparecer en los tratados farmacológicos, gracias a los cambios intelectuales, la mayor relevancia de las prácticas de monjes budistas y taoístas, y el interés del gobierno por crear un sistema sanitario.
La adormidera en las recetas medicinales
Esos tratados de farmacología aportaban descripciones de su aspecto, sus usos y contraindicaciones: podía encontrarse de dos tipos, roja y blanca, de olor nada agradable, útil contra la fiebre, las flemas, problemas estomacales, pero con efectos secundarios como las nauseas y gases de vejiga si se tomaban demasiadas. Se trataban como ingrediente en el llamado caldo de amapola, para los males estomacales, y en píldoras para la disentería, o hemorroides. Para tratar los vómitos que causaba, había quien recomendaba añadirla con vinagre y ciruelas negras, o gingsen.
A pesar de todo ello, su uso era mínimo en la medicina. El opio en China no comenzó a extenderse hasta la dinastía Yuan (1271-1368) con el impulso del comercio transcontinental auspiciado por los mongoles que dominaban China, y el uso de la adormidera repuntó por sus aplicaciones medicinales. Los tratados medicinales se realizaban con las cápsulas de la adormidera para tratar los trastornos respiratorios, como la tos y, estomacales, como la diarrea y la disentería. Sin embargo, serían los médicos de este periodo los que empezarían a advertir de los perjuicios de su consumo, en grandes cantidades.
La dinastía Ming recobró el poder de china y siguieron una tendencia conservadora que discriminaría el uso del látex de la adormidera, frente al de la flor y sus semillas. El uso del opio crecería a partir del s. XV, calando poco a poco en el uso medicinal, como se atestigua en la extensión de la producción local de la adormidera.
El opio como elixir y afrodiasíaco
En torno a la primera mitad del s. XVI aparecieron las primeras formulas en los recetarios que incluían el látex, pero el uso del opio seguía siendo minoritario, se reservaba para tratar casos extremos, cada vez más conscientes de los peligros de su consumo. Sólo aumentó hacia la mitad de siglo con la elaboración de los elixires dorados, las panaceas taoístas, que surgieron al calor de las discusiones sobre la inmortalidad, y su uso como afrodisíaco.
El opio en el mercado internacional
La llegada de los europeos en los s. XVI y XVII traería consigo el intento de monopolización de su producción, y el control del comercio en Asia y Europa, y la extensión de su consumo.
Fuentes:
Opio, comercio y colonialismo. El opio en la penetración colonial europea en Asia y China. De José Antonio Cantón Álvarez