Revista Economía
Muchos
amigos me dicen que agradecen cuando en
alguno de estos comentarios surge la esperanza como consecuencia de cualquier
idea con alguna posibilidad de ayudar en la salida del hoyo en el que nos
encontramos. Y, también, cuando aseguro que muchos pensamos que saldremos de
ésta a pesar de la banda que nos gobierna y de las que se oponen.
Y es que, es evidente que tenemos abundantes y lógicas ganas de ver alguna luz que nos alumbre el final de tanto disparate. Pero la realidad es contumaz.
Unos apretándose y otros en la teta y a sartenazos inmisericordes
Cuando la mayoría de ciudadanos y empresas, de mayor o menor envergadura, estamos atravesando este desierto atroz ajustándonos todos los cinturones y botones posibles de nuestras maltrechas vestimentas, las diferentes AAPP andan peleándose con el Gobierno para que les permita seguir endeudándose más o seguir chupando sin medida del bote de los presupuestos generales del Estado, que costeamos los de siempre a base de impuestos cada vez más insufribles. Y sanciones por cualquier gilipollez, recargos, multas, tasas desmedidas y demás sangrías que nos recetan los diferentes organismos, recaudatorios o no, a los que han dado suelta sin freno para que persigan a la ciudadanía con saña, premeditación, alevosía y todo tipo de agravantes inmisericordes.
Está bien que se persiga el fraude en cualquiera de sus variantes, y que se persevere en ello para que haya equidad y competencia leal, pero de ahí a que nos traten a todos como a presuntos delincuentes media el mismo trecho que hay entre presuponer que todos los funcionarios públicos son unos vagos o que la mayoría cumple honestamente con su trabajo. Eso es lo que quienes desde las distintas administraciones tienen la responsabilidad de controlar el cumplimiento fiel de sus obligaciones por parte de los ciudadanos y empresas deberían tener en cuenta a la hora de fiscalizar nuestras actividades.
Desmochar al gigante
Saldremos, sí, pero nos costará sacrificios terribles si quienes nos llevan no son capaces mediante los acuerdos y consensos necesarios de drenar el gasto público para que los fondos monetarios fluyan hacia los ciudadanos y empresas, así como los financieros, dejando que el dinero llegue a la economía real y no hacia el camino derrochador de seguir manteniendo el gigantesco tramado público que gestionan. Y no hablo de los servicios básicos de educación y sanidad, por ejemplo, sino de los grasientos organismos y empresas públicas, asesorías mil y demás engendros generados entre unos y otros en el poder. Y, también, adelgazando hasta lo mínimo imprescindible las diferentes representaciones políticas que nos arruinan y acabando de una vez con todo tipo de subvenciones y prebendas a organizaciones políticas, sindicales, empresariales y asimiladas que sólo propician el mantenimiento del estatus del desmesurado sector público que fagocita cualquier intento de tirar para adelante del sector privado de nuestra economía.
Si a ello le sumamos los pensionistas, parados con ayudas, y demás mantenidos del Estado, cada cotizante español costea a más de uno, casi dos, de cualquiera de estos grupos. Es decir, inasumible e insostenible en el tiempo.
Saldremos, sí, pero mientras que no se deje como mínimo a la mitad el entramado de los 3.200.000 empleados públicos y los cerca de 500.000 cargos políticos y sucedáneos que padecemos cualquier salida será una mentira.
Tiempo de rebajar impuestos y no de pasteleos
El otro día dábamos una idea que podría posibilitar la creación de cientos de miles de puestos de trabajo, y seguro que hay por ahí bastantes más que podrían ser útiles, pero observamos con tanta perplejidad como desesperanza que quienes nos gobiernan y se les oponen son incapaces de unir sus esfuerzos para sacarnos adelante.
Pero la mayor responsabilidad corresponde al partido y al gobierno que cuenta con mayoría absoluta en el país, el PP, quienes ahora se dedican a pastelear con las diferentes autonomías el reparto de los miles de millones de euros que supuso el balón de oxígeno que nos dieron en Bruselas rebajando la exigencia del cumplimiento de la rebaja del déficit público en el tiempo, en lugar de emplearlos para darle aire a la economía real rebajando los impuestos que alevosamente subieron incumpliendo su programa electoral. Todo antes que recortar donde a ellos les duele, a unos y otros, entre sus paniaguados de cabecera, pega carteles, amiguetes de carnet en la boca, primos, sobrinos y demás familia.
Ahora dice Rajoy que gracias a su gestión no nos intervinieron, y hay muchos ingenuos o desmemoriados que le secundan el auto halago, pero no dice qué hubiera pasado de haber tomado medidas más valientes, como las indicadas, en lugar de ir a lo fácil; ni de no haber retrasado a conciencia los presupuestos por complejo andalusí; ni de haber afrontado enérgicamente las reformas pusilánimes que ha ido haciendo con cuentagotas; ni de haber puesto en marcha desde el principio su programa electoral que estaba basado en lo que el gobierno anterior del PP hizo para sacar a España adelante en su momento. Ni de gobernar en serio, en definitiva, y no con devaneos ‘socialdemocratacristianosminimamenteliberales y de los Mayores Derroches Públicos Europeos’ de inspiración ‘arenasmontorista’; en detrimento de lo que deseaban quienes les dieron la mayoría absoluta en las elecciones generales y en gran medida en las locales y autonómicas de un año antes.
Un ejemplo tan real como nefasto y una esperanza
Diariamente se intentan poner en marcha en España miles de pequeñas iniciativas empresariales que se agostan por no encontrar financiación al estar los bancos están muy entretenidos en financiar cómodamente a las AAPP y en sangrar a sus clientes con todo tipo de comisiones y demás zarandajas casi gansteriles; ni de apoyos públicos porque esas AAPP están con el uniforme recaudatorio que antes comentábamos.
¡Qué lástima de pueblo español anhelando a alguien que le lidere y no que nos pastoree con tanta estulticia! Saldremos, sí, pero mucho antes si nos liberan los medios económicos y sociales y la oportunidad de desarrollar nuestras capacidades. Que así sea.
Y es que, es evidente que tenemos abundantes y lógicas ganas de ver alguna luz que nos alumbre el final de tanto disparate. Pero la realidad es contumaz.
Unos apretándose y otros en la teta y a sartenazos inmisericordes
Cuando la mayoría de ciudadanos y empresas, de mayor o menor envergadura, estamos atravesando este desierto atroz ajustándonos todos los cinturones y botones posibles de nuestras maltrechas vestimentas, las diferentes AAPP andan peleándose con el Gobierno para que les permita seguir endeudándose más o seguir chupando sin medida del bote de los presupuestos generales del Estado, que costeamos los de siempre a base de impuestos cada vez más insufribles. Y sanciones por cualquier gilipollez, recargos, multas, tasas desmedidas y demás sangrías que nos recetan los diferentes organismos, recaudatorios o no, a los que han dado suelta sin freno para que persigan a la ciudadanía con saña, premeditación, alevosía y todo tipo de agravantes inmisericordes.
Está bien que se persiga el fraude en cualquiera de sus variantes, y que se persevere en ello para que haya equidad y competencia leal, pero de ahí a que nos traten a todos como a presuntos delincuentes media el mismo trecho que hay entre presuponer que todos los funcionarios públicos son unos vagos o que la mayoría cumple honestamente con su trabajo. Eso es lo que quienes desde las distintas administraciones tienen la responsabilidad de controlar el cumplimiento fiel de sus obligaciones por parte de los ciudadanos y empresas deberían tener en cuenta a la hora de fiscalizar nuestras actividades.
Desmochar al gigante
Saldremos, sí, pero nos costará sacrificios terribles si quienes nos llevan no son capaces mediante los acuerdos y consensos necesarios de drenar el gasto público para que los fondos monetarios fluyan hacia los ciudadanos y empresas, así como los financieros, dejando que el dinero llegue a la economía real y no hacia el camino derrochador de seguir manteniendo el gigantesco tramado público que gestionan. Y no hablo de los servicios básicos de educación y sanidad, por ejemplo, sino de los grasientos organismos y empresas públicas, asesorías mil y demás engendros generados entre unos y otros en el poder. Y, también, adelgazando hasta lo mínimo imprescindible las diferentes representaciones políticas que nos arruinan y acabando de una vez con todo tipo de subvenciones y prebendas a organizaciones políticas, sindicales, empresariales y asimiladas que sólo propician el mantenimiento del estatus del desmesurado sector público que fagocita cualquier intento de tirar para adelante del sector privado de nuestra economía.
Si a ello le sumamos los pensionistas, parados con ayudas, y demás mantenidos del Estado, cada cotizante español costea a más de uno, casi dos, de cualquiera de estos grupos. Es decir, inasumible e insostenible en el tiempo.
Saldremos, sí, pero mientras que no se deje como mínimo a la mitad el entramado de los 3.200.000 empleados públicos y los cerca de 500.000 cargos políticos y sucedáneos que padecemos cualquier salida será una mentira.
Tiempo de rebajar impuestos y no de pasteleos
El otro día dábamos una idea que podría posibilitar la creación de cientos de miles de puestos de trabajo, y seguro que hay por ahí bastantes más que podrían ser útiles, pero observamos con tanta perplejidad como desesperanza que quienes nos gobiernan y se les oponen son incapaces de unir sus esfuerzos para sacarnos adelante.
Pero la mayor responsabilidad corresponde al partido y al gobierno que cuenta con mayoría absoluta en el país, el PP, quienes ahora se dedican a pastelear con las diferentes autonomías el reparto de los miles de millones de euros que supuso el balón de oxígeno que nos dieron en Bruselas rebajando la exigencia del cumplimiento de la rebaja del déficit público en el tiempo, en lugar de emplearlos para darle aire a la economía real rebajando los impuestos que alevosamente subieron incumpliendo su programa electoral. Todo antes que recortar donde a ellos les duele, a unos y otros, entre sus paniaguados de cabecera, pega carteles, amiguetes de carnet en la boca, primos, sobrinos y demás familia.
Ahora dice Rajoy que gracias a su gestión no nos intervinieron, y hay muchos ingenuos o desmemoriados que le secundan el auto halago, pero no dice qué hubiera pasado de haber tomado medidas más valientes, como las indicadas, en lugar de ir a lo fácil; ni de no haber retrasado a conciencia los presupuestos por complejo andalusí; ni de haber afrontado enérgicamente las reformas pusilánimes que ha ido haciendo con cuentagotas; ni de haber puesto en marcha desde el principio su programa electoral que estaba basado en lo que el gobierno anterior del PP hizo para sacar a España adelante en su momento. Ni de gobernar en serio, en definitiva, y no con devaneos ‘socialdemocratacristianosminimamenteliberales y de los Mayores Derroches Públicos Europeos’ de inspiración ‘arenasmontorista’; en detrimento de lo que deseaban quienes les dieron la mayoría absoluta en las elecciones generales y en gran medida en las locales y autonómicas de un año antes.
Un ejemplo tan real como nefasto y una esperanza
Diariamente se intentan poner en marcha en España miles de pequeñas iniciativas empresariales que se agostan por no encontrar financiación al estar los bancos están muy entretenidos en financiar cómodamente a las AAPP y en sangrar a sus clientes con todo tipo de comisiones y demás zarandajas casi gansteriles; ni de apoyos públicos porque esas AAPP están con el uniforme recaudatorio que antes comentábamos.
¡Qué lástima de pueblo español anhelando a alguien que le lidere y no que nos pastoree con tanta estulticia! Saldremos, sí, pero mucho antes si nos liberan los medios económicos y sociales y la oportunidad de desarrollar nuestras capacidades. Que así sea.