Revista Cultura y Ocio

El optimismo del siglo XVIII

Publicado el 07 junio 2012 por Elboletin

El optimismo del siglo XVIII
Juana Vázquez, catedrática de Lengua y Literatura, firma estos días en la Feria del Libro de Madrid uno de esos libros imprescindibles para disponer de un buen fondo de biblioteca: “El Madrid cotidiano del siglo XVIII” publicado en la colección Ensayo de la Editorial Endymion. O lo que es lo mismo, una suerte de manual del costumbrismo español pero radicado en Madrid porque los Borbones eran muy centralistas y después de estar investigando “seis años en la Biblioteca Nacional, el 80% de los impresos que encontré aludían a la Villa y Corte”, confiesa la autora. 
Así que se lanzó a buscar palabras como petimetra, cortejo, estrado, Paseo del Prado... todos ellos términos del citado siglo y se encontró con las majas y los majos, con las castizas y los castizos, la moda, el gusto por el refinamiento y los primeros brotes laicistas, entre otros muchos descubrimientos que lo son porque el XVIII español no es un siglo excesivamente visitado ni revisitado. Y descubrió los modos de vida de los madrileños, no muy diferentes a los de hoy en día, los grandes palacios de los grandes señores y los minúsculos alojamientos del pueblo que costaban un potosí y el lenguaje de la vestimenta e incluso el de los adornos femeninos, como los famosos lunares de pega que las mujeres de la época lucían en el rostro y que, como el del abanico, era todo un lenguaje oculto, salvo para los ojos que sabían interpretar.
El optimismo del siglo XVIII Podría ser, en palabras de Juana Vázquez, la libertad de la que empezaba a hacer gala la mujer (solo algunas) y que ha llegado hasta nuestros días “incrementadísima, que como algo incipiente comenzó con los ilustrados”, dice la escritora que asegura que conservamos mucho de aquellos años, desde “las prisas hasta los saraos dentro de las casas, las tertulias, los toros, el amor por los viajes y conocer otras culturas o la ciencia empírica”.
Y descubre también el Madrid de la diversión y el del optimismo, que en palabras que recoge de un autor anónimo podría resumirse en un breve párrafo “¡Oh Madrid! Los otros que te imitan al mismo tiempo que te critican solo son unas copias ridículas de tus graciosos usos. Todos quieren imitar la corte como la corte imita a los extranjeros”.
“Los dieciochescos hallaron en la razón un mecanismo con el que creían que llegarían a descubir qué era el mundo, el hombre, de dónde venía, para qué estaba aquí -asegura Juana Vázquez- Pensaban que el universo era algo así como un gran libro en el se iban pasando páginas y poco a poco podría ir leyéndose todo lo intricado del mundo y del hombre”. Es uno de los descubrimientos de la autora, filóloga y periodista, que constató durante su investigación que la población del XVIII pensaba que vivía en el mejor de los mundos. De ellos, hemos heredado su afán por la innovación y algunas de sus costumbres, pero no su optimismo. Habrá que inventar un nuevo XVIII.

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