La luz cenicienta de un sueño perdido y subterráneo baña el oratorio de la Santa Cueva. Sepulcral silencio reina en esta basílica al resguardo de miradas, justo en el corazón de Cádiz sobre una elevación del terreno (propio de la condición insular) para salvaguardar de infieles y profanos el rito ancestral, el oráculo de la fenicia Astarté, sobre la cual se erige el culto cristiano, basílica cuya construcción auspició un obispo del siglo XVIII (con resabios de Bernini), y que, de no ser por accidente la basílica se mantendría oculta todavía a la ciudad. ¿Qué razón misteriosa haría tapiar el oratorio de la Santa Cueva, creación de aquel obispo, hasta caer en tan largo olvido?