La intención era motivar la participación...
Todos nos esforzamos en que nuestras reuniones sean participativas, pero a veces cometemos errores en este “intento”.
Una situación típica es cuando por ejemplo recabamos opiniones sobre las ventajas de un determinado producto, sistema, procedimiento, etc.
No queremos limitarnos a enumerarlas nosotros. Nos gustaría que la gente participara y se implicara, así que decidimos preguntar. Hasta aquí todo bien.
Como tenemos miedo al silencio (ese ruido de grillos tan incómodo cuando se lanza una pregunta en general y nadie contesta), lo que solemos hacer es dirigirla a una persona en concreto. Una vez esa persona ha contestado, se la lanzamos a otra. Y así sucesivamente…
De lo que no siempre somos conscientes es de que cada vez resulta más complicado contestar, ya que las respuestas más fáciles probablemente son las que han aportado los primeros.
¿Nos planteamos alguna vez en qué orden nombramos a quienes invitamos a contestar? No debería ser aleatorio.
Para algunos puede ser muy desmotivador no poder añadir nada más a lo dicho...para otros no. Así que es aconsejable que guardemos "para después" a esas personas con mayor seguridad en sí mismas o incluso que tras un par de respuestas dejemos la pregunta abierta al grupo y que participe quien pueda aportar.
Aquí tenéis un recordatorio de otro tipo de preguntas bien intencionadas, que pueden girarse en tu contra
Parecen pequeños detalles, pero tienen más importancia de la que pensamos…Y no olvidemos que quien lleva la reunión tiene responsabilidad en el ambiente de la reunión y en cómo se sienten las personas que asisten a ella.
Foto de Anemone 123 via Pixabay