Revista Opinión
Un año más vuelve la tradición y la fiesta al pueblo de Tordesillas. Los habitantes de la localidad esperan ansioso a un voluntarioso toro para convertirlo en el objetivo principal de este día. Ser la atención de todos los ojos como si de lanzas se trataran hacia el morlaco nervioso y agobiado por la muchedumbre fiestera.
La jarana, la algarabía, los gritos, los aplausos y el orgullo se hacen notar por el ambiente de la localidad de Tordesillas, en Valladolid, mientras curiosos y medios de comunicación contemplan desde la barrera un espectáculo ancestral de este país llamado España.
Con la cabeza bien alta, caminando o en caballo con sus lanzas en alto o usándolas como bastones, esperan a que el toro salga corriendo por la explanada y en cuanto este traspasa un límite establecido todos van tras el animal como si de ello les costara la vida. Una vida que solo uno la acaba perdiendo, el toro.
El Toro de la Vega es el protagonista, es el rey del torneo. Perseguido, golpeado, punteado y lanceado hasta la extenuación, esta vez por 39 lanceros, sangrando por todo los costados. Mientras, lo rodean, lo agobian, lo ponen nervioso y lo agotan hasta que ya no puede moverse por su dolor y heridas. Como premio por haber aguantado tanto, este año unos 15-20 minutos, un mozuelo con su lanza se lanza hacia el animal y lo mata. Agoniza y muere.
Como si regresáramos al siglo XVI, mozuelos, ancianos, eso no quiere decir que sean sabios como en tiempos antiguos, mujeres y niños corren, saltan y vitorean al ganador del combate a muerte, nunca mejor dicho. Lo rodean, lo suben a hombros, disfruta del momento. Se convierte en un caballero regresado de la batalla con su premio en la mano, el rabo del toro.
Tras empaparse de la furia de la época medieval, como cual mesa redonda del Rey Arturo, los habitantes de Tordesillas lo celebran a lo grande. Con fastuosos manjares, sin falta de bebida, gritos y cantos en honor del héroe que ha conseguido su más preciado deseo, matar al toro. Todo un honor y orgullo que será recordado, por lo menos, durante un día o dos.
Pero no estamos en 1534 ni tampoco somos nobleza alguna que dejamos por escrito esta fiesta en el libro de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santiago Apóstol de Tordesillas, en el que en la primera referencia sobre el torneo del Toro de la Vega se lee: "tubo sus festexos de toros, con dos toros por la mañana a la Vega y seis por la tarde". Una tradición.
Pedro de Hoyos escribió en 2006 sobre el Toro de la Vega en el diario digital Siglo XXI: “¿Podemos en el siglo XXI aferrarnos a los mismos hábitos, podemos mantener férreamente los mismos ritos sociales que en la época de la esclavitud, que cuando se decapitaba a los enemigos del Imperio, que cuando la mujer era un ser inferior, que cuando el Rey tenía siervos y vasallos en vez de ciudadanos? ¿Puede el ser ¿humano? del siglo XXI mantener a toda costa la misma filosofía vital que cuatrocientos o quinientos años antes? ¿Acaso mantenemos la antañona costumbre de retarnos en duelo de espadas a la caída de cualquier tarde?”.
Si alguien ha respondido sí a todas las preguntas, por favor, pasen por el Congreso de los Diputados y hagan una instancia para que se recuperen tradiciones como la Caza de Brujas, retarse en duelo con espada por una dama o por otro tipo de asuntos o el duelo a garrotazos, como bien plasmó el artista Francisco de Goya en un lienzo.
Si estas costumbres regresan hacédmelo saber para sentirme más avergonzado de tradiciones salvajes, que pueden retocarse y modernizarse, y que, en la actualidad, no encajan en la denominada Era de la Tecnología. Como para sentirse orgullosos.
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