Revista Opinión

El origen del nacionalismo étnico en Etiopía

Publicado el 18 septiembre 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

A principios de la década de 1970, Etiopía sufría una época de hambrunas, huelgas, manifestaciones y una profunda crisis de gobierno. El Derg (‘comité’), un grupo formado por oficiales del Ejército de Etiopía de tendencia comunista, daba un golpe de Estado en septiembre 1974: los militares suspendieron la Constitución, disolvieron el Parlamento y seis meses después depusieron a Haile Selassie, el último emperador. Tras una purga interna que acabó con la mayoría de los cargos militares conservadores o ligados a la monarquía, el nuevo Gobierno militar declaró el socialismo de Estado y anunció la nacionalización de instituciones financieras, una reforma agraria y el inicio de una nueva era de igualdad de oportunidades para todos los grupos étnicos y religiosos. No obstante, el régimen marxista-militar se enfrentaría durante la década de los ochenta a una fuerte oposición armada.

El régimen del Derg fue derrotado militarmente en 1991 por una alianza de grupos insurgentes, la mayoría de ellos de corte etnonacionalista. A pesar de sus promesas, la república de partido único había sido incapaz de acabar con las hambrunas, dar voz a los habitantes de las provincias o apaciguar a los actores armados que operaban en el norte del país. Los dos grupos opositores más destacados, el Frente de Liberación del Pueblo Tigray (FLPT) y el Frente de Liberación del Pueblo Eritreo (FLPE), mantuvieron en jaque al régimen militar durante la década de los ochenta y lo obligaron a sostener una campaña continuada que agotó los recursos del régimen. Tras la derrota del Derg, los primeros se convertirían en el núcleo duro del nuevo régimen etíope —siendo los tigráis apenas un 6% de la población etíope—, mientras que el FLPE lograría alcanzar la independencia que ansiaba para Eritrea y, de paso, convertirse en el partido único de su recién creado Estado.

Para ampliar: The History of Ethiopia, Saheed A. Adejumobi, 2007

Poco antes de la caída del Derg, el FLPT había fundado una coalición con otros tres grupos opositores basados en etnias: la Organización Democrática del Pueblo Oromo, el Movimiento Democrático Nacional Amhara y el Frente Democrático de los Pueblos del Sur de Etiopía. Esta coalición, bautizada como Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE), se convirtió en el nuevo Gobierno provisional de Etiopía en 1991, elaboró una nueva Constitución ―finalmente aprobada tres años después― y convocó las primeras elecciones democráticas de la Historia reciente de Etiopía, que se celebrarían en mayo de 1995.

Algunos grupos ―como el Frente de Liberación Oromo, que había sido determinante en la guerra y tenía más miembros que la organización oromo del FDRPE― no reconocieron la autoridad del nuevo Gobierno y decidieron continuar la lucha armada. No obstante, la mayoría de las organizaciones paramilitares y la emergente sociedad civil decidieron tomar parte en el proceso democrático. Se multiplicó el número de revistas y periódicos y un nuevo clima de apertura democrática se instaló en el país.

El Gobierno provisional anunció sus deseos de corregir los excesos centralistas de los regímenes anteriores y reconocer las aspiraciones autonomistas de las distintas etnias. Aunque el amhárico continúo siendo la lengua oficial de Etiopía, se reconoció el derecho a emplear las demás lenguas en las Administraciones regionales y locales donde fueran predominantes. El artículo 39 de la Constitución reconoció incluso el derecho a la autodeterminación y la secesión para las distintas regiones y Eritrea, la región situada al norte del país, se convirtió en un Estado independiente en 1993. Si bien inicialmente la relación entre ambos países fue buena, en 1998 varios desacuerdos en materia económica desencadenaron un conflicto armado que se extendido dos décadas, hasta julio de 2018, cuando se firmó la paz

Para ampliar: “Etiopía y el despertar del león africano”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2016

El surgimiento de la política etnonacionalista

La nueva Constitución introdujo el llamado federalismo étnico: se redibujó el mapa administrativo del país y se establecieron nueve estados regionales —kililoch o kililes— que correspondían aproximadamente a las etnias dominantes en cada territorio, sin tener en cuenta otros factores geográficos o económicos. Cada etíope tuvo que declarar su pertenencia a uno de los más de 80 grupos étnico o tribales para ser asignado a un kilil, donde podría ejercer plenamente sus derechos civiles y políticos. De este modo, se acababa con siglos de libre circulación entre etnias y territorios, y comunidades que llevaban siglos establecidas en un lugar pasaron a ser consideradas “inmigrantes” o “no nativas”; las tierras comunales, administradas tradicionalmente por las comunidades locales, pasaron a ser propiedad de los estados regionales. La mayoría de los kililes cuentan con minorías muy significativas que no pertenecen a la etnia dominante y se han producido numerosos conflictos intercomunales, con muertos, heridos, propiedades destruidas y comunidades enteras desplazadas.

Para ampliar: “Ethnicity and Conflict Generation in Ethiopia: Some Problems and Prospects of Ethno-Regional Federalism”, Jon Abbink, 2006

El origen del nacionalismo étnico en Etiopía
Regiones administrativas de Etiopía. Fuente: Shadowxfox (Wikimedia)

El federalismo etíope tiene su origen en la ideología del frente tigray, fundado en los años 70, y su interpretación de la Historia etíope. A pesar de que ni el régimen imperial ni el comunista habían gobernado a partir de líneas étnicas, el FLPT entendía que el Estado etíope había estado históricamente dominado por los amharas, cuyo idioma fue la lingua franca de Etiopía. La descentralización y la autodeterminación para las distintas etnias era la mejor solución a los problemas estructurales del país y el autogobierno que habían alcanzado las zonas rurales de la región tigray durante la guerra civil era el modelo que exportar al resto del país.

Dado el escaso peso demográfico de los tigráis, para que el FLPT pudiera alcanzar estos objetivos y lograse mantenerse en el poder, era necesario alcanzar alianzas con otras organizaciones etnonacionalistas, sobre todo las que representasen a las etnias oromo y amhara. Paralelamente, el mayor obstáculo lo suponían las élites urbanas que no se identificaban con su etnia de manera entusiasta y los partidos y grupos de carácter estatal e interétnico, que podían poner en cuestión el proyecto descentralizador.

El nuevo sistema político fue diseñado expresamente para fragmentar la política etíope y evitar el surgimiento de una oposición de corte nacional. Al desplazar el peso de la política de la esfera estatal a la regional, especialmente cuando estas regiones habían sido dibujadas siguiendo criterios políticos, el FDRPE logró que los debates políticos se articulasen en torno a cuestiones étnicas, lo que beneficiaba a su retórica y estrategia. Los críticos con el sistema afirman que, si bien la clase dominante tradicional seguía una política asimilacionista para lidiar con las tensiones étnicas e incorporar a las élites regionales, la élite tigray ha dado la vuelta a la tortilla y emplea los conflictos interétnicos para mantenerse en el poder

¿La muerte del etiopismo?

Una de las consecuencias del federalismo étnico ha sido un cambio en la forma en la que los etíopes perciben su identidad. Sin duda, el sentimiento de pertenencia al grupo étnico se ha incrementado, pero algunos etíopes sostienen que la identidad nacional se ha visto perjudicada por las políticas étnicas. Se trata de un debate candente en Etiopía; Belay y Alemu, dos profesores de Ciencias Políticas de la Universidad de Mekele, en la región Tigray, reflejan las dos posiciones opuestas. Belay, de etnia tigray, afirma que el federalismo étnico contribuye a crear un mayor sentimiento de pertenencia a Etiopía, ya que ha reconocido el derecho de las minorías a usar su lengua y tener representación política, lo que hace que ya no se sientan excluidos o discriminados por la élite de la capital. Alemu, de etnia amhara, opina por el contrario que el federalismo étnico ha acabado con la unidad y la solidaridad entre pueblos y regiones y sostiene que muchos etíopes ya no se ven a sí mismos como etíopes, sino como miembros de una u otra etnia.

Ciertamente, el sistema federal ha alcanzado logros notables. El principal ha sido redistribuir la inversión estatal entre las regiones alejadas del centro. Se han establecido universidades en cada uno de los diferentes estados regionales y desde los años 90 se han implementado planes para diversificar el cuerpo de funcionarios e incorporar representantes de todos los grupos étnicos. Las regiones rurales han visto cómo se construían carreteras, centros médicos y escuelas y la posibilidad de usar las lenguas locales en lugar del amhárico ha aumentado las oportunidades de ascenso laboral en la Administración y la educación. Además, el principio de autogobierno ha hecho que muchas comunidades locales se preocupen por dar a sus hijos acceso a la educación superior, dado que los administradores y altos funcionarios ya no son enviados desde la capital. Esto ha aumentado la confianza de las etnias minoritarias al no pretender asimilarlas desde un Estado centralista.

Por otro lado, el sistema tiene sus inconvenientes, especialmente para aquellos etíopes que no residen en las comunidades étnicas a las que pertenecen. Pese a estar en su país, son calificados como “extranjeros” y no cuentan con plenos derechos políticos. Esto hace que muchos profesionales cualificados declinen ofertas de empleo en regiones alejadas donde son necesarios. Las restricciones a la libertad de movimiento son una de las principales vulneraciones de derechos del federalismo étnico. Dado que el diseño de las regiones no responde a los usos tradicionales del terreno ni a criterios geográficos, se producen múltiples conflictos por el uso del suelo agrícola, propiedad de los estados regionales. Asimismo, el marco federal permite la aparición de unas élites étnicas más interesadas en el mantenimiento de las tensiones, que les permiten canalizar el descontento hacia los “extranjeros.”

Para ampliar: “Restructuring State and Society: Ethnic Federalism in Ethiopia”, Berhanu Gutema Balcha, 2007

El origen del nacionalismo étnico en Etiopía
Las tierras y los recursos agrícolas, oportunidad y potencial fuente de conflictos para Etiopía.

La retórica populista de las élites regionales, que usan a las minorías “extranjeras” de chivo expiatorio, ha incrementado la violencia en los últimos años. Según la ONU, cerca de un millón de personas se han visto forzadas a abandonar sus hogares desde 2015 debido a las tensiones en la frontera entre Oromía y la región federal somalí. En Oromía, las comunidades amharas han sufrido saqueos y ataques de milicias que han causado muertos. Los amharas, a pesar de ser la segunda etnia más grande del país y representar a más del 25% de la población, se ven muy discriminados fuera de los límites de su kilil. En el estado de Benishangul-Gumaz, más de 10.000 amharas fueron desahuciados en 2013 por oficiales del Gobierno regional. El resentimiento de las demás etnias hacia los amharas, percibidos como la etnia responsable de los abusos de los Gobiernos imperiales y del Derg, ha hecho que cada vez más miembros de esta comunidad abandonen las ideas de unidad etíope y adopten posturas etnonacionalistas

Los retos de Abiy Ahmed

En febrero de 2018, el entonces primer ministro etíope Hailemariam Desalegne dimitió tras una oleada de protestas que se inició a finales de 2015 en la región de Oromía. Si bien el motivo original de las manifestaciones fueron los planes de expansión urbana de Adís Adeba, que amenazaban con dejar sin tierras a los campesinos locales, la violencia extrema de la represión y el descontento existente hicieron que el movimiento se extendiera por Oromía e incluso alcanzara la región de Amhara. Tras la dimisión, se decretó el estado de emergencia hasta que Abiy Ahmed, perteneciente a la rama oromo del FDRPE, fue designado primer ministro por el Parlamento, completamente dominado por el frente.

La designación de Ahmed puede ser interpretada como una apuesta por la apertura política por parte del FDRPE o un intento de mantener el control de un país sacudido por numerosas tensiones económicas y étnicas. Su popularidad, su carácter carismático y sus medidas iniciales contra la corrupción y los abusos policiales han hecho que se lo compare con Obama. Las expectativas son altas: se espera que Ahmed sea capaz de resolver las tensiones en su región natal a la vez que mantiene contentos a los amharas.

Algunos de los partidarios del nuevo primer ministro parecen representar el discurso etiopista, que parecía desaparecido en el sistema federal, y en las manifestaciones de apoyo a Ahmed se han visto carteles con lemas como “Un amor, una Etiopía” No obstante, el nuevo primer ministro no lo va a tener fácil; ya ha sufrido un ataque con una granada y la violencia en la frontera entre la región somalí y Oromía continúa. No obstante, la paz alcanzada con Eritrea muestra que el nuevo primer ministro se aleja de las formas inmovilistas de la élite tigray del FDLT y el acuerdo firmado recientemente con los rebeldes del Frente de Liberación Oromo es un gran éxito.

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Firma de la declaración conjunta de paz entre Etiopía y Eritrea. Fuente: Yemane G. Meskel (Twitter)

Aún es pronto para sacar conclusiones sobre Abiy Ahmed. Uno de los profesores entrevistados expresaba sus esperanzas en el nuevo líder; el otro opinaba que era el cambio necesario para que todo siga igual. En todo caso, el primer ministro se enfrenta a numerosos retos. El principal es, sin duda, acabar con la violencia interétnica, que amenaza con destruir los lazos de solidaridad entre las regiones y pueblos etíopes. Si bien numerosos comentaristas etíopes abogan por reformular el federalismo étnico, al que ven como la causa de los males del país, parece difícil concebir que el FDRPE modifique el sistema que le ha permitido ostentar el poder durante el último cuarto de siglo.

Para ampliar: “Ethnic federalism and its potential to dismember the Ethiopian state”, Assefa Mehretu, 2012

Nota del autor: Deseo agradecer a mis amigos y compañeros Alemu Leta y Belay Abraha su colaboración, paciencia y el placer de poder escuchar un debate educado e informado sobre la política etíope.

El origen del nacionalismo étnico en Etiopía fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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