« Si el oro quema los dedos de sus detractores, es con frecuencia por malas razones, o por razones contextuales. El adversario más conocido del oro en el siglo XX fue el economista inglés, capitalista y «plutocrático», John Maynard Keynes. En 1922, aconsejó al gobierno inglés abandonar el patrón oro, juzgándolo de poco equitativo para los países con dificultades (que por tanto no disponían de reservas de oro tan importantes como otros).
Condena específicamente la forma en que se aplica el sistema: «Nunca jamás se ha inventado a lo largo de la historia un sistema más eficaz para levantar los intereses de las diferentes naciones unas contra otras». ¿El culto al oro? Es «un resto de la barbarie», una «bárbara reliquia ¡».
De hecho, Keynes se uniría con gusto a la moneda fundente, que ha imaginado el austriaco Silvio Gesell. En Bretton Woods, preconizó el «bancor», una moneda internacional que sustituiría al oro. Una moneda supranacional sería de hecho bastante posible, a condición de evitar los mismos defectos de los cuales se acusa actualmente al dólar (cuya supremacía no tiene que demostrar) y los errores cometidos con el euro. Por eso, se necesitaría idealmente que esta moneda esté ampliamente ligada al oro, para que dentro de algunos años, no veamos las mismas causas produciendo los mismos efectos.
Conceptos erróneos sobre el oro
Como acabamos de ver, el oro suscita tanto fascinación como desconfianza. No contento de gozar de una reputación sulfurosa, numerosos son todavía los conceptos erróneos que circulan sobre el tema del oro. Para empezar el hecho de ser un «ahorro de viejos».
Porque además de haber sufrido los efectos nefastos de un largo mercado bajista en los años 80 y 90, el oro ha tenido siempre, para la mayoría de la gente, una imagen un poco pasada de moda, anticuada, para algunos casi cursi, que se pega a la piel. El oro esta percibido como un tesoro de guerra, como «la moneda del abuelo». Cuanto más se aleja del traumatismo de la Segunda Guerra Mundial, el ser humano parece tener más amnesia. Desde el principio de los Treinta Gloriosos, un viento de modernidad sopla desde los Estados Unidos, trayendo consigo la supremacía del dólar y la extraordinaria estabilidad de la moneda papel.
A pesar de la crisis actual y de la fragilidad de las divisas, numerosos son aquellos que se han olvidado del verdadero valor del oro, o más exactamente, que es el único material que posee un verdadero valor en sí mismo.
Aquellos que han vivido privaciones de libertad y de comodidad saben que el oro, y más específicamente las monedas de oro, son una estupenda herramienta de protección contra las crisis desde hace 6.000 años. No hay razones para que eso sea diferente hoy.
¿Pero entonces quién y por qué puede bien discutir la compra de oro? ¿Unos iluminados? ¿Un viejo Harpagón?
El comprador de oro es un «contrarien»
«Contrarien» es un término francés utilizado para designar a la persona que compra o vende su posición en contra de la opinión del mercado, que desconfía del sentir mayoritario e interviene en sentido contrario. El contrarien más famoso no es otro que Warren Buffet… el hombre más rico del planeta. Uno de sus mejores consejos es el de no seguir a la multitud. Su secreto consiste en una frase típica del contrarien: «La media es lo que todo el mundo hace; si quieren que sus acciones tengan prestaciones por encima de la media, es necesario hacer otra cosa».
Entre los adeptos del oro «políticamente incorrectos» se encuentran visionarios sabios como William Bonner, historiador y especialista de la economía americana, que advierte a sus compatriotas que viven del crédito:
«Imaginen un comerciante. Un día, a su mejor cliente le cuesta pagar sus facturas. El comerciante le otorga un crédito… esperando que un día su cliente vuelva a tener sus finanzas a flote. Pero cuanto más se endeuda el cliente más empeora su situación financiera. Sería perfecto si las cosas pudieran funcionar así, pero es raro el caso. Al contrario, la situación siempre acaba emponzoñándose. El cliente debe dejar de comprar, y el comerciante de otorgarle crédito. Dicho de otra forma, ¡se va a armar una buena!
- Entonces, qué debería hacer un inversor para asegurar sus inversiones?, nos pregunta nuestro amigo.
- Comprar oro.
- ¿Oro? ¡Qué idea más extraña! Hacía años que no escuchaba a nadie hablar del oro. Parece tan pasado de moda. No pensaba que todavía existiera gente que compraba oro.
- Pues justamente por eso debería comprarlo.
Eso es lo que es el comprador de oro actualmente.
Para acabar con el prejuicio de considerar a la inversión en oro como un acto de viejos nostálgicos, solo hace falta entrar en algunos foros especializados para constatar que ese tipo de ahorrador es no solo más joven que la media, sino que además tiene una visión general preventiva y conoce el sistema económico global. De su perfil diremos sobre todo que es un ahorrador prudente y, por los tiempos que corren, la prudencia no es exclusiva de la tercera edad. »
Extraido del libro: » El Oro, una Inversión que asegura » de Jean-François Faure y Lizette Paternina