Joyero vendiendo brazaletes en el Gran Bazar de Estambul
Habitualmente, los análisis del impacto de las materias primas en la problemática de la potencia de un Estado se realizan únicamente para los pocos privilegiados que funcionan como reguladores de flujo en el recurso estudiado. Sin embargo, en el caso particular del oro, la regla es muy diferente.
El oro, único patrón y refugio internacional, ofrece a los Estados que tienen la suerte de poseerlo, ya sea por la compra o la extracción en su suelo, un poder o al menos un peso geoeconómico importante, en especial en épocas de crisis. Sin embargo, Turquía no se encuentra para nada entre los principales productores mundiales de oro. De hecho, frente a las 320 toneladas producidas en 2009 por China, las 15 toneladas de Turquía parecerían inexistentes. Sin embargo, en caso de un período de crisis en una región con un crecimiento moribundo, poseer un mineral cuya cotización ha pasado de 250 a 1900 dólares la onza en apenas poco más de diez años ofrece un verdadero poder. El oro, que ha sido un impulsor tradicional de la diplomacia del Imperio Bizantino, se ha convertido, desde hace algunos años, en una de las fuentes del poder turco. Con un papel destacado desde la llegada al poder del AKP, en la actualidad es uno de los motores de crecimiento del país, que se destaca como el principal factor de influencia regional.
Un antiguo factor de potencial regional
En un contexto euro-asiático donde el descubrimiento de las minas del continente americano aún no se había producido, el Imperio Bizantino, gracias a sus recursos en oro, tenía un peso geoeconómico primordial en la región y un poco más allá.
El oro bizantino, cuyas monedas han servido como patrón a través de toda la Europa medieval, ya estaba pensado como una de las fuentes de potencia del imperio. La posesión de las minas de Thrace y, sobre todo, de Anatolia, ha permitido a los emperadores sucesivos garantizar tanto la paz en el exterior como mantener la estabilidad de su poder en el interior. El admirablemente estable “nomisma bizantino”, que es como el dólar del medioevo con una milésima de 1/72vo de libra de oro, se ha convertido en el símbolo de una diplomacia y de una política de potencia que no ha dudado en destacar a la economía como factor de influencia. El Estado central había organizado toda una administración basada en la explotación aurífera para garantizar la continuidad y regularidad en el aprovisionamiento.
Esta política de potencia a través del oro queda claramente reivindicada en este comentario escrito por Liutprand de Crémone, enviado al emperador germánico Othon II a la Corte de Bizancio, comentario que le habría hecho uno de los potentes personajes de la Corte, el patricio Christophe: « Nosotros, que superamos a las demás naciones en riqueza (y en sabiduría…) con nuestro dinero que nos da poder, vamos a levantar al mundo contra [su emperador] y lo vamos a aplastar como si fuera una vasija de arcilla ».
Los nuevos soberanos otomanos no se privaron de continuar con esta política en la cual el oro ocupaba un lugar primordial hasta que el desplazamiento de la economía mundial hasta el Atlántico y el descubrimiento de las minas en América presenciaron la caída de la economía turca y de su sector de extracción.
Una problemática actual
La política kemalista, centrada en un fuerte proteccionismo en el ámbito económico después de los eventos de 1929, combinada con una debilidad global de las cotizaciones del oro desde el siglo XVIII, lentamente ha hecho fracasar la extracción del metal amarillo en Turquía. El colapso económico de 2001, así como la llegada al poder del AKP, han cambiado la situación desde mediados de la década de 2000.
Un colapso de la economía turca en 2001 ha obligado al gobierno de entonces a recurrir al FMI por 18va vez en la historia del país.Esta intervención del FMI, a diferencia de las anteriores, estuvo coronada por el éxito y el país se levanta, lentamente pero a paso firme, a partir de 2003-2004. Sin embargo, la política económica muy conservadora y proteccionista de los sucesores de Atatürk está totalmente en desacuerdo con las exigencias del FMI y la situación internacional. En este contexto, la llegada al poder del AKP en 2002, que pese a su conservacionismo político se presenta como uno de los partidos políticos turcos más favorables para una amplia apertura al mercado internacional, modifica las orientaciones económicas del país y contribuye a reanudar la extracción de oro.
De hecho, el AKP, más allá incluso de su orientación económica general, tiene la particularidad de basarse en una bancada electoral con una fuerte implantación regional antalolense. Este regionalismo basado en la burguesía local coincide geográficamente con las zonas tradicionales de producción aurífera, y el desarrollo de estas últimas sigue de cerca la llegada al poder de R.T. Erdogan. Turquía es un país que tiene un perfil económico muy marcado por el sector primario y el turismo, con herencia de la historia otomana, y una gran debilidad de las industrias exportadoras. Centrando la reflexión económica de su partido en estos postulados, R.T. Erdogan decide modificar la economía turca basándose en sus puntos fuertes y en sus ventajas geográficas. Además de tener los estrechos del Bósforo y Dardanelos, y de su conexión Oriente-Occidente, que lo convierten en el país de tránsito por excelencia,sus recursos naturales también son una verdadera ventaja cuyo peso se ha sentido enormemente después de la crisis.
Sin embargo, es antes de la crisis donde hay que buscar las raíces de esta política. La renovación de la Anatolia, región abandonada para beneficiar a la parte europea, pasa obligatoriamente por la renovación del sector minero. De este modo, la promulgación en 2003 de la ley sobre las inversiones directas extranjeras y, en 2005, de una nueva legislación minera, constituye la primera etapa de la renovación del oro turco. El Ministerio de energía y recursos naturales tiene un poder discrecional en la concesión de licencias (futuras) de exploración-producción de los recursos. Los extractores escogidos por Ankara deben pagar royalties más elevadas en el ámbito aurífero que para los demás recursos (4% frente a 2% – y puede llegar al 30% si la extracción tiene lugar en un terreno perteneciente al Estado). Modificando las legislaciones mineras anteriores en un sentido más liberal, el gobierno del AKP ha alentado a invertir en ese sector, pero también ha reforzado el poder (y los rendimientos) del Estado.
A partir de 2005, también han surgido nuevas empresas mineras turcas y Anatolia ha experimentado un nuevo desarrollo económico que no cesa de confirmarse. La creación de Koza Gold Operations Company en 2005 por la recompra de los activos de Newmont Mining ha hecho surgir la primera gran empresa aurífera totalmente turca, que opera hoy en varios lugares y sigue desarrollándose bajo la mirada condescendiente del Estado: la puesta en servicio de la mina de Kaymaz debería reforzar su peso en la economía anatolense y turca. Empresas extranjeras o sus filiares también están presentes en el sector, como Tüprag Metal, filial de la canadiense Eldorado Gold. El apoyo del Estado, deseoso de conceder licencias de explotación en los sectores que escoja, han dado sus frutos, ya que la producción de oro en Turquía se ha triplicado en cuatro años, pasando de 4,2 toneladas a 14,5 toneladas entre 2005 y 2009.
La producción sigue aumentando desde ese año, con la apertura de nuevos proyectos como Kaymaz, Cöpler o Cukuralan. El aumento de la producción turca de oro, combinado con el aumento de las cotizaciones, ofrece al país una nueva potencia fundada en el atractivo de una economía que muestra tasas de crecimiento iguales o superiores a las de China.
Articulo de Nicolas Mazzuchi traducido de: Diplomatie 53