Recluida en el pozo seco pronto se callará la voz lastimera del explorador. Tres días antes de su boca sólo salían gritos de júbilo. Asomado al abismo de aquel profundo hoyo veía refulgir parte del tesoro del Rey Salomón. Su alegría contrastaba con los rostros famélicos de los aldeanos que le suplicaban algo de comida. ¡Qué latosos! No apreciaban la magnitud de su hallazgo. Tuvo que empujar a varios para poder quitarse la mochila con todas sus pertenencias y saltar al pozo.
Calló. Ahora sabía que nadie le auxiliaría.
Arriba, la mochila estaba repleta de barritas energéticas.