“Las pepitas, cuenta Dwight, no se recolectan a pala por los buscadores de oro. Pobres buscadores improvisados, que en su mayoría inmensa son clandestinos, aunque esto pueda arreglarse a golpe de billetes con ciertas autoridades, en Surinam, en Venezuela y en Brasil particularmente, para obtener papeles o para que cierren los ojos.
Basta a veces con limpiar a lanza de incendios una ladera de colina para obtener lentejuelas, depositadas sobre un trozo de moqueta.
La operación necesita mucha agua, un motor consecuente y cajas de gasolina a un precio bastante elevado debido al coste del transporte y de las comisiones del piroguía que, como Dwight, viven a menudo cómodamente.
Las pepitas de oro luego son amalgamadas gracias al mercurio que se vierte en el agua, el gesto que Dwight repite de manera mecánica, como si quisiera conjurar la mala suerte porque este mercurio se revela muy contaminante y peligroso para los que se divierten comiendo peces agua abajo de una mina de oro.
Sobre el río Tampok, afluente del Maroni, los indios temen comer peces, sobre todo los carnívoros porque consumen más mercurio. Los ancianos dicen que varios niños nacieron con malformaciones debidas al mercurio, lo que sin duda no emociona a los buscadores de oro en los parajes”.
Extraido del Libro “J’Aurai de l’Or (Tendré Oro)” de Olivier Weber
La contaminación por mercurio es considerable (de 5 a 10 toneladas son vertidas cada año en los ríos guayaneses).
Este metal teratógeno, es decir que provoca malformaciones en el embrión, se encuentra en los peces consumidos por la población, en cantidad superior al límite fijado por la OMS.
Además, los estanques de agua que colocan los buscadores de oro crean un hábitat perfecto para el mosquito vector de la malaria y permiten pues el desarrollo de la enfermedad en regiones que hasta entonces estaban exentas.
- Explotación mina de Oro-Guayana Francesa-Foto WWF-canon/Michel Gunther
Articulo traducido del blog: Cleanextraction.org
Por: Lizette Paternina
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