-Eso también -dijo Jones-, pero lo más importante a corto plazo es que toda la primera tirada del disco del Tin Palace se vendió en dos días y que Megaton International quiere comprarlo ya mismo, pagarte rápidamente veinte de los grandes, distribuir cien mil copias por todo el mundo, para empezar, y meterte lo antes posible en un estudio para que grabes otro.
...
-¿Qué mierda ha pasado? -preguntó el Oso, cuyo primer pensamiento sin censurar había sido: Esto es un desastre.
-En resumidas cuentas -respondió Jones, bebiendo teatralmente un gran sorbo de coñac-, que han ganado los buenos.
-¿Y cómo lo han hecho?
-Fundamentalmente porque eres un gran músico, pero también porque publicaron un pequeño artículo en el Voice sobre los disparos que salen al final del disco y Down Beat se fijó en él. La gente quería saber si eras un fraude o no, y Wynton Marsalis salió diciendo que, fueras lo que fueses, dabas una imagen degradante de los músicos de jazz.
-¿Wynton Marsalis, ese joven trompetista que tiene todo lo que hay que tener?
-Han pasado muchas cosas mientras estabas a la sombra, Oso. Actualmente él es quien dicta la ley por estos pagos. Él dice qué es jazz y qué no lo es. En cualquier caso, lo ofendiste lo suficiente como para que hablara de ti en la prensa, lo cual contribuyó a que la pequeña tirada de Cummins desapareciera de las tiendas como por encanto en ambas costas, y también en Chicago.
-Lo que he oído de Wynton me gusta. No estaría mal tocar con él. Pero mi imagen resulta degradante.
-Dale las gracias si lo ves, porque te ha hecho la mejor publicidad posible. Dijo algo así como que siempre se ha tenido una imagen falsa del buen salvaje.
-Bueno, yo no soy muy salvaje -comentó el Oso-. Y no puedo decir que haya mucho de bueno en mí.
-Tienes cierto... -aseguró Jones, pero se calló y agitó una mano.
-No -lo interrumpió el Oso-. Siempre he pensado que estaba más próximo al exiliado del alma en la tierra y a alguna otra de las herejías gnósticas menores. Aunque son unas historias con las que ya llevo un par de décadas aburriéndome, resultan más apropiadas que cualquiera de esas interpretaciones del mito del buen salvaje. Si ves a Wynton, hazme un favor y ponlo al corriente de todo esto.
-¿No tienes nada de bueno, entonces? -preguntó Jones, haciendo como si estuviera tomando nota.
-Hace tiempo -respondió el Oso-, pero fue por inexperiencia. ¿Qué mosca le habrá picado a Wynton? Sé tocar. Conozco mi música. No soy ni un primate ni un impostor. -Se pasó la pata derecha por los ojos-. Joder, es horrible tener que hablar así.
Rafi Zabor. El Oso llega a casa. Publicado en 2000 por Ediciones B. Escrito en 1979.