Cerezo otoñal en Valdeón
Como comentaba en una entrada anterior, para mi no hay ninguna estación más bonita que el otoño. El acortamiento de las horas de luz es el desencadenante para que muchas especies de árboles dejen de hacer la fotosíntesis, lo que tiene como consecuencia la desaparición de la clorofila de las hojas y el desvanecimiento del color verde. En su lugar empiezan a verse colores amarillos y naranjas (que se originan por otros pigmentos como los carotenos), que aunque ya estaban presentes anteriormente, estaban enmascarados por la clorofila. Además, en algunas especies como los arces y los cerezos, con la llegada del otoño se produce un nuevo pigmento, la antocianina, a partir de la degradación de la glucosa que hay en las hojas y que da lugar a los colores rojos brillantes característicos de estas especies.
Todo este proceso es gradual y no ocurre a la vez en todas las especies de árboles, por lo que en los bosques mixtos característicos de la cordillera cantábrica, durante unos pocos meses se forma un mosaico de colores que da a los bosques un aspecto impresionante. Hasta hace menos de un siglo, este espectáculo otoñal tenía lugar en toda nuestra geografía, desde la mar hasta la montaña, comenzando primero en las zonas altas y terminando en la costa, donde las temperaturas más suaves retrasaban este proceso.
Desgraciadamente, las plantaciones de eucaliptos que cubren toda la franja costera, desde Euskadi hasta Galicia, han convertido las zonas bajas en un lienzo uniforme de color verde que no cambia con el paso de las estaciones. Da lo mismo que sea invierno, que verano, que otoño o primavera.
Hasta ahora, las zonas situadas por encima de los 500 metros se habían librado de esta plaga debido a la intolerancia del Eucaliptus globulus a las bajas temperaturas, pero tras la legalización de las plantaciones de Eucaliptus nitens en Asturies, mucho más resistente a las heladas, estas plantaciones ya no tendrán impedimentos ecológicos para extenderse por todo el gradiente altitudinal. Mientras tanto, las empresas papeleras como ENCE se frotan las manos y algunas asociaciones "ecologistas" como el FAPAS defienden estos monocultivos a cambio de suculentas subvenciones por parte de la misma empresa.
Cada vez tenemos que ir más lejos y subir más alto para disfrutar del otoño que ya nos robaron, pero no tienen bastante y nos quieren robar lo poco que nos queda.