Las almenas de los cuentos. Tras ellas había un corredor donde los defensores del castillo se apostaban. A ambos lados del muro, una escala que daba a la plaza de armas. En los días soleados, puestos de mercado, ganado, cebada, ocas y el olor del centeno. En las tormentas grises, guardas ateridos buscando en los resplandores del relámpago fantasmas.Y en las salas de piedra, un fuego aliviando la humedad y las corrientes de aire.
El señor del castillo fue en tiempos audaz. Llevó sus estandartes hacia los puertos del sur y regreso triunfante. Pero en tu historia has atravesado los años y has dejado que enflaquezca y vea a sus consejeros luchar por su favor mientras lo desprecian. Siempre tuvo dignidad, y mientras las fuerzas no le fallen, no permitirá subir las tasas del molino y los puentes.
Tú elegiste encarnarte en otro, un visir fugitivo. Criado de un rico mercader de Susa, te separan miles de millas de su castillo, pero las fatigas cada día y desde Fenicia las llanuras de los magiares parecen más cercanas.
Las tiendas de Damasco,el almizcle en el aire. La luna llena sobre Samarkanda. El recuerdo de Atila. Los jardines del Líbano. Las ruinas de la academia ateniense. Has invocado tus recuerdos de cuando eras otro, e imaginado una historia de venganza, amistad y ruina. Y me has llamado, has prendido una chispa en mi cabeza para que con las torpes manos, diga lo que no pudo ser jamás contado.
"Desde el puerto, Hashir contemplaba el brillo del sol en las suaves olas..."