Revista Cultura y Ocio

El Otro Golpe

Publicado el 28 marzo 2024 por Moebius
El Otro Golpe LAS TRANSFORMACIONES EN LA ESTRUCTURA SOCIAL POR EL TERRORISMO DE ESTADO. Como señalara Eduardo Basualdo en un reciente artículo, "en Marzo de 1976, la dictadura militar modificó el régimen social interrumpiendo la industrialización basada en la sustitución importaciones que en ese momento se encontraba en los albores de su consolidación. El nuevo régimen estuvo en consonancia con el orden neoliberal que acabó con la economía mundial surgida de la posguerra y se sustentó en la valorización financiera, cuyo predominio en el país se prolongó hasta el año 2001" (1). Este estudio se propone analizar la estructura social metropolitana y sus transformaciones desde el año 1974 hasta el año 1980, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC para así observar el impacto que sobre la morfología social argentina tuvieron las decisiones de política económica centrada en la valorización financiera del capital, impuesta por la dictadura militar de la que el 24 de marzo se recordaron 30 años. El análisis se circunscribe a la región metropolitana porque es la única que posee memoria estadística oficial desde mediados de los años setenta, pero por el peso de esta región donde reside el 36% de la población y se realiza más del 50% del ingreso nacional, resulta representativo de lo ocurrido en todo el país.
Por Artemio López
A la memoria de Gustavo Groba
[Detenido – desaparecido por la dictadura
militar el 3 de Junio de 1977]


Las transformaciones en la estructura social

Iniciando el estudio específico y a fin de dimensionar las características de ingresos de los diferentes estratos socioeconómicos que se utilizan como referencia para el análisis del cambio en la morfología social argentina impresa por la última dictadura militar, deben considerarse las siguientes especificaciones que muestra el cuadro N°1:

El Otro GolpeESTRATOS DESAGREGADOS POR INGRESOS MENSUALES DEL HOGAR. (MARZO 2006)

Los valores de tramos de ingresos de los hogares que presenta el cuadro anterior corresponden a valores actuales de marzo de 2006, con el objeto de comparar niveles de ingresos en series temporales largas y observar nítidamente los cambios en la morfología de la estructura social metropolitana.

Las líneas de indigencia se calculan por personas según el género y edad de la misma, dado que responde a las diferentes demandas kilocalóricas de los individuos. El valor inicial de la línea de indigencia parte del costo de una canasta básica de alimentos capaz de aportar a un adulto varón de entre 30 y 59 años las 2.700 kilocalorías diarias necesarias para realizar movimientos moderados. En este sentido, se trata de una línea elemental de supervivencia que con el agregado de componentes no alimentarios de precio mínimo (traslados, vivienda, vestimenta, etc.) se obtiene la línea de pobreza. Este agregado de valores no alimentarios se logra multiplicando el valor de la línea de indigencia por la denominada inversa del coeficiente de Engel.

Los valores de canasta y la inversa de coeficiente de Engel se calculan, publican y difunden mensualmente con el índice de precios al consumidor.

Analizando específicamente las transformaciones acontecidas en la estructura social nacional entre los años 1974-1980, el gráfico que sigue muestra la estructura social correspondiente a la zona metropolitana, representativa del conjunto nacional para Octubre de 1974, desagregado los diversos sectores sociales en orden a sus ingresos por hogar.

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Como se observa, la estructura social configurada en el mes de Octubre del año1974 en las postrimerías del modelo industrial sustitutivo inaugurado en su segunda fase en la segunda mitad del siglo pasado, y según los datos de aquella Encuesta Permanente de Hogares, mostraba características de muy bajos niveles de pobreza e indigencia que apenas impactaban sobre el 4 % y el 2% de la población respectivamente.

Por otra parte se constituía un muy amplio sector de clase media plena y media alta equivalente en conjunto al 78% de la población metropolitana total que, a pesos actuales, residía en hogares con ingresos comprendidos entre los $1.710 y $13.700 mensuales en particular de este amplísimo tramo poblacional medio y medio alto, el 50% residía en hogares que en su equivalente actual percibían ingresos comprendidos entre los $3.420 y los $13.700 mensuales. Por otra parte el 15% de la población superaba la línea de pobreza aunque no la duplicaba, por lo cual se ubicaba en el segmento medio bajo en riesgo de empobrecimiento, con ingresos por hogar que van desde los $856 hasta los $1.710 mensuales en su equivalente monetario actual.

Cabe acotar por último que la totalidad de los segmentos indigentes, pobres y medios bajos en riesgo inminente de pobreza, agregaban además en el año 1974, pobreza estructural o de Necesidades Básicas Insatisfechas, en particular por la insatisfacción de las condiciones de hábitat (casa con paredes y piso de material apta para vivienda) y saneamiento (ausencia de baño o retrete con descarga de agua al interior de la vivienda).

La brecha de ingresos entre el 10% más pobre y más rico superaba apenas las 12 veces, el coeficiente Gini era muy bajo 36,42, en tanto el desempleo abierto apenas alcanzaba al 2,8% y el trabajo informal al 17,2%.

A continuación se observa la transformación impresa a la estructura social metropolitana por las prácticas económicas de la dictadura militar de mediados de los años setenta, en la madurez del proceso de cambio estructural en el año 1980, mediante la información de la Encuesta Permanente de Hogares de la región metropolitana realizada en Octubre de 1980 por el INDEC.

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Como se observa, la desarticulación del régimen industrial sustitutivo y su reemplazo por el de valorización financiera por parte de la última dictadura militar supuso en sus orígenes quintuplicar y triplicar los niveles de pobreza e indigencia hasta alcanzar el 20% y el 4,3% respectivamente, al tiempo que desmoronó a los estratos medios altos y medios plenos que, si en el año 1974 representaban el 78% de la población, en el año 1980 apenas expresaban el 38% de los residentes en la región metropolitana. En sentido contrario, la clase media baja, en riesgo de empobrecimiento creció complementariamente 130% en apenas un lustro, pasando de representar el 16% al 37% de la población metropolitana, mostrando el derrotero de empobrecimiento de las franjas medias plenas y medias altas durante la dictadura que en un 52% descendieron al estamento medio bajo.

Retomando el análisis de la estructura social metropolitana del año 1980 y como modalidad específica del colosal proceso de transformación social con vértice en la desarticulación de la clase media que indujo la última dictadura militar, considérese que mientras la brecha de ingresos polar ente el 10% más rico y más pobre de los perceptores de ingresos se mantuvo constante el desmoronamiento de los sectores medios plenos y altos se patentiza en el enorme crecimiento del coeficiente Gini en dirección a mayor desigualdad que pasa de 0,3642 a 0,4134 en tan sólo cinco años, producto fundamental del nivel inflacionario superior al 87% anual promedio, sin correcciones salariales por clausura de toda actividad sindical como medida de disciplinamiento ampliada a todos los trabajadores que estaban efectivamente sindicalizados, puesto que el trabajo informal alcanzaba al 15,8%, sin modificaciones sustantivas respecto a la etapa anterior e incluso con leve descenso. En este contexto de brecha estable, un crecimiento del 13% en el coeficiente Gini en sólo cinco años, señala claramente la enorme magnitud de la concentración de ingresos con correlato en el empobrecimiento acelerado y profundo de los sectores medios.

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El mecanismo de deterioro social masivo resultó el proceso inflacionario que registró en promedio entre los años 1976 y 1980 un 181% acumulado anual con un mínimo de 87,6% y un máximo de 347,5%. La sistematicidad y profundidad de la inflación se constituyó rápidamente en el dispositivo central de empobrecimiento de vastos sectores comunitarios, asalariados, empleados, profesionales bajo relación de dependencia, en un contexto político de clausura sindical, disolución de la CGT, intervención de los sindicatos, clausura de las actividades gremiales y la eliminación del derecho de huelga en el que no existían, entre tantas otras cosas, discusiones salariales a punto que el salario real cayó entre 1974 y 1983 un 18% (2).

En rigor, queda claro con datos de Encuesta Permanente de Hogares que desde el punto de vista socioeconómico, la dictadura militar inició el ciclo de empobrecimiento masivo de sectores medios vía congelamiento de salarios viabilizado por la clausura absoluta de toda actividad sindical, combinada con altos niveles de inflación, por lo que se puede afirmar que la dictadura militar de mediados de los años setenta, a la par de practicar el terrorismo estatal con sus secuelas de desapariciones, exilios, represión y muertes; puso fin al perfil socioeconómico tradicional de país integrado con amplios segmentos de ingresos medios en su composición social que distinguieron a la Argentina del resto de los países latinoamericanos, desde mediados del siglo XX y es responsable principal del tipo de país socialmente desintegrado, empobrecido y socialmente asimétrico que se consolidó con la recuperación democrática y cuyos rasgos fundamentales y en particular el patrón distributivo, aún hoy perdura.

Así las cosas, ya no solo los ensayos teóricos y análisis particulares de la etapa, sino los datos empíricos oficiales suministrados por la Encuesta Permanente de Hogares del año 1980, prueba la centralidad de la última dictadura en las transformaciones socioeconómicas de los últimos treinta años en particular la declinación de los segmentos de ingresos medios y muestra de manera inequívoca el tipo de formato estatal terrorista que requirió originalmente la implantación y desarrollo del modelo neoliberal que dominó las últimas tres décadas de nuestro país.

En este sentido, si bien es indudable el carácter de «revancha clasista» dado por diversos (3) autores al formato de Estado Terrorista expresado en la clausura de toda actividad gremial y la persecución a sangre y fuego de las organizaciones de trabajadores junto al secuestro y muerte de miles de dirigentes gremiales, es conceptualmente sólo parte de la verdad suponer que los efectos de esta política afectaron con mayor intensidad a los sectores populares en general y a los trabajadores en particular ubicados en 1974 en los segmentos medios plenos y bajos dominantemente.

En efecto esta situación de deterioro de las condiciones materiales de existencia del los trabajadores existió sin duda pero, el análisis de las modificaciones en la estructura social mostró que el sector de mayor transferencia de ingresos hacia la cúpula de la pirámide social fue el sector medio en general y en particular el medio alto, compuesto a mediados de los años setenta por pequeños y medianos comerciantes e industriales, profesionales independientes y un segmento minoritario de los trabajadores industriales mejor pagos, que de representar el 38% de la estructura social metropolitana en 1974, se angostó a sólo al 10% en 1980, en pleno desarrollo de las prácticas económicas de la dictadura. Paradojas de los procesos históricos, este sector medio alto, mayoritariamente urbano, con altos niveles educativos y bien informado que resultó el de mayor deterioro socioeconómico durante el proceso dictatorial, fue el que inicialmente y por un largo tiempo ofertó los mayores niveles de legitimidad social a la dictadura, cuyo pensamiento como sector social fue tanto inducido como muchas veces expresado con fidelidad, por un gran número de medios masivos, escritos, radiales y televisivos, en los años de plomo.

A modo de epílogo

Hasta mediados de la década del setenta, la sociedad Argentina mostraba (ostentaba incluso) fuertes señales de homogeneidad social que constituían su signo distintivo respecto a otras sociedades en desarrollo.

La clase media, actor central del acontecer económico, político y cultural desde el primer cuarto de siglo en el país, fue sin duda una pasión argentina. Símbolo vital de la movilidad social ascendente característica del país clausurado por la última dictadura, sufrió desde entonces una extensa secuencia de planes de supuesta «estabilización y ajuste» neo-liberales, que lograron impactarla hasta hacerla declinar.

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Mientras la pobreza tradicional metropolitana encarnada en los hogares pobres estructurales o con Necesidades Básicas Insatisfechas (4) desciende en las últimas décadas desde el 21,1% de la población en el año 1980, al 16,2% en el año 1991, hasta ubicarse hoy en torno al 15,2% de la población impactando a casi dos millones de ciudadanos; la Encuesta Permanente de Hogares correspondiente al tercer trimestre de 2005 muestra que sobre el total de pobres por ingresos metropolitanos, el 60%, es decir más de dos millones y medio de residentes empobrecidos, provienen de familias de distintos segmentos de la otrora amplia clase media. Por otra parte, los que aún logran sostenerse sobre la línea de la pobreza, sectores medios plenos y medios altos que en el año 1974 representaban el 78% de la población metropolitana, hoy han caído hasta incluir apenas al 30% de los residentes metropolitanos.

Un habitante de Ciudad Oculta, los niños de Villa Jardín se reconocen y son reconocidos en situación de pobreza y aún deficientemente, hasta se asignan sobre ellos recursos institucionales para su contención y asistencia. ¿Pero qué lugar ocupa una familia de Flores o Villa Crespo donde el padre ha sido despedido en los años noventa y no logra aún reinsertarse, o está hoy trabajando «en negro» en alguna pequeña fábrica renacida al calor del cambio de precios relativos que introdujo la mega devaluación del año 2002 con salarios inferiores a los $300 mensuales? ¿Y qué son sus hijos? Gobierno, partidos polÌticos, consultoras, organismos de crédito internacional solo conciben y dan asistencia a la pobreza bajo su modalidad tradicional de estructural.

En sentido contrario, sobre los millones de ciudadanos provenientes de familias de clase media declinada por ingresos, los «nuevos pobres», y los que aún superando la línea de pobreza han descendido de los segmentos medios plenos y altos al borde mismo del empobrecimiento, hay poco dicho y menos analizado, por cuanto la suya resulta una pobreza silenciosa, de puertas adentro que sólo se descubre una vez transpuestos los umbrales del hogar.

Permítasenos entonces concluir el estudio señalando que la nueva pobreza, el fenómeno de declinación socioeconómico más extendido y específico de la Argentina y que aún perdura con gran intensidad, como tantas otras calamidades sociales que hoy estigmatizan el cuerpo social, tuvo su bautismo a gran escala tras el golpe de estado genocida de marzo de 1976, momento histórico fundacional del modelo de sociedad dual y desintegrada que se extiende hasta nuestros días.

Artemio López
 

NOTAS

(1) Basualdo Eduardo, Página/12, Suplemento Cash, 19 /03/06.

(2) Canitrot Adolfo, Página/12, Suplemento Cash, 19/03/06.

(3) Tanto Eduardo Basualdo como Martín Schorr, en sendos trabajos publicados recientemente en el suplemento Cash de Página/12 consideran al proceso dictatorial como de «revancha clasista».

(4) A diferencia de la medición de pobreza vinculada al ingreso del hogar, la medición de pobreza estructural pondera una serie de indicadores referidos a condiciones de existencia del hogar asociada con el tipo de vivienda en que habita, a fin de construir el Ìndice compuesto de Necesidades Básicas Insatisfechas. Se considera población con Necesidades Básicas Insatisfechas cuando el hogar: 1) Habita en viviendas de tipo inconveniente; 2) Convive más de tres personas por cuarto; 3) No posee sistema de baño con arrastre de agua en el interior de la vivienda; 4) Posee algún niño en edad escolar que no concurre; 5) Posee un miembro económicamente activo cada tres o más miembros inactivos.


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