Revista Cine

El otro lado de la habitacion

Por Francescbon @francescbon
Sé que debería llamarles. Sé que no estoy siendo un buen amigo. Pero, a veces, uno no está en condiciones para asumir la normalidad. Si, he dicho la normalidad. Pues de repente, como el que cae de bruces y se parte un par de dientes, uno cree que todo deja de ser como hasta entonces era y ya no vuelve a serlo nunca más. Sí, como toda esa gente que está presente en momentos cumbre de la historia. Así me siento, y no sabría definir cual fue el momento justo, si lo hubo, o sucedió algo de lo que fui inconsciente. Como el que se mete en un cine un día soleado y cuando sale ve que se ha puesto a llover.
Sé que me sorprendió que, a pesar de la oscuridad que reinaba en el bar, el comisario (bueno, el me dijo que prefería que no le llamara comisario allí, y cuando le pregunté cómo llamarle, tras pensarlo un rato, me dijo, de momento, llámeme Usted, sin más) tenía algo raro en la mirada. Como cuando uno se levanta y enciende la luz: ceño fruncido y ojos entreabiertos, me recordaba a aquel actor que hacía de Colombo en la serie de los 70 o los 80, Peter Falk se llamaba. Entonces uno se quedaba esperando que acabara de abrir los ojos, que abandonase la mueca y mostrara una expresión relajada, que dejase de parecer que cada cosa que le decía le extrañaba y la ponia en duda. Pero eso, por lo que vi, era esperar en vano. Su cara era así, y recordé aquello que se dice sobre que a partir de una edad uno tenía la cara que se merecía. La del comisario era una cara cruel pero amargada, una cara que nunca llegaba a mostrarse del todo de frente, y sobre eso había oído toda clase de teorías. Hasta tenía un amigo, un amigo al que no me costó recordar empuñando en cierta ocasión una pistola, cuyo insulto favorito era "caragirada". Con eso de insulto favorito quiero decir esa palabra que crees que define perfectamente el defecto que menos toleras en una persona. Pues el comisario siempre ponía esa cara: nunca le veías de frente, era como si eligiese girarse para poderte mirar un poco de reojo. La verdad es que me acabé acostumbrando. Me fue de perlas lo de tener un conocido estrábico: te fijas en un ojo y sigues ese. Es un truco que va bien.Retiré hacia la izquierda el vaso de cerveza que me había servido. No pude evitar que uno de los dos papeles que puse se mojara un poco con el cerco que había dejado el vaso. Casual, la humedad fue a generar una especie de aura en torno a la palabra Jesús. Cómo no me iba a fijar en una cosa así.

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