Revista Opinión

El otro yo en la literatura

Publicado el 29 octubre 2019 por Carlosgu82

El tema del enfrentamiento con un doble u “otro yo” ha sido una constante entre los literatos. Poe y Dostoyevski lo tratan en William Wilson y El doble, respectivamente. También lo hace magistralmente Charles Dickens en El hombre encantado, un personaje al que, en cada crepúsculo se le presenta una tenebrosa figura, con sus mismas facciones, que resume sus pecados antiguos. Entre los autores del siglo XX destacan Giovanni Papini, con Dos imágenes en un estanque, y Jorge Luis Borges en El otro. El gran autor italiano imagina su regreso a la ciudad en que hizo sus estudios. Nada ha cambiado en ella, ni siquiera un estanque en el que se mira y nota, con estupor, que otro rostro, el de él mismo unos años antes, se refleja allí. El otro yo, al mostrar todas las ingenuidades de la juventud, se vuelve tan insoportable para el protagonista, que este termina ahogándolo en el estanque. Mucho más pacífico es el encuentro de un Borges de 70 años con su alter ego de 20, ambos también ante el agua. Sentados en un banco frente a un río, intercambian opiniones literarias y un imposible billete con fecha (los billetes reales de esa denominación no la tienen). Quedan de verse al día siguiente pero ninguno  asiste a la cita.

Un autor bastante menos conocido, Pel Torro, trata el tema con maestría en El amistoso desconocido. El protagonista es un abogado que desprecia su profesión. Siempre quiso actor y cada vez que se queda solo se sorprende interpretando a personajes como el Moriarty de Conan Doyle. Su vida es irreal, insatisfactoria. Empieza a recibir llamadas de un hombre que dice ser él mismo. Una vez lo ve adelantarlo en el camino a su oficina. Al final, el otro le dice que él es el hombre real y el protagonista no es más que un reflejo de sus sueños fallidos, una proyección de sus ansias de ser actor. El fantasmal protagonista termina por ser absorbido por el otro.

El encuentro con yos pasados puede ser conmovedor, aterrador o vergonzoso. Una vez imaginé una escena en que el protagonista, en una especie de trance, viajaba en una nube hacia el sol. Un rayo, grueso como una barra de oro, lo golpea en la frente y el cuerpo se deshace. Sus miembros caminan sobre la nube como insectos fosforescentes y de ellos se forman cientos de figuras hechas en la transparencia de las llamas. Son yos antiguos. El protagonista comprende lo mucho que nos engañamos cuando nos vemos solo desde dentro, subjetivamente. Que si viéramos desde fuera los rostros de nuestra ingenuidad infantil, de nuestra lujuria, autoritarismo, avaricia… nos volveríamos locos. Salta sobre la más oscura de las sombras, la culpa que lo ha atosigado siempre. La mata y, con ello, desaparecen todas las demás sombras, incluido él.


Volver a la Portada de Logo Paperblog