Revista Salud y Bienestar

El paciente lázaro

Por Jagonzalez

No recordamos haber tenido muchos pacientes con el nombre de Lázaro. Seguro que alguno de esos miles que hemos tratado se llamaba así. Pero nos referimos a otra cosa.

Tampoco nos referimos, como quizá algún docto o experimentado clínico haya supuesto, al síndrome o fenómeno de Lázaro. Este tiene, al menos, la importancia que le otorga una página en la Wikipedia. Sucintamente, diremos que se puede equiparar a una especie de autorresucitación, cuando la persona recupera sus signos vitales después de habérsele dado por fallecido. Es algo anecdótico, extraño, difícil de explicar. Además, ya hemos dicho que no es el objeto de esta entrada. Para contextualizar y justificar el título de la misma hay que conocer el episodio que relata Nuevo Testamento, en el que Jesús hace que Lázaro de Betania resucite una vez este había muerto.

Dejando al margen relatos y creencias, que no es este el foro para tratarlas, nos decubrimos para exponer qué es lo que queremos decir, en un arrebato de vanidad, por «paciente Lázaro» y qué tiene que ver con la fisioterapia. En algunas ocasiones, no pocas, hay pacientes que llevan meses o incluso algún año, sin caminar, postrados en silla o sillón, con apenas capacidad para realizar las transferencias desde la cama a sedestación. Se ha llegado a esa situación tras episodios de inmovilidad sobrevenida por caídas, convalecencias y miedos o falta de iniciativa de retomar o siquiera intentar la bipedestación. En estas condiciones la médico de familia u otro especialista optimista, o quizá por la demanda de algún familiar superado por la situación o que alberga aún esperanza de revertirla, deriva a fisioterapia al paciente. Puede que al leer la historia clínica el fisioterapeuta no vislumbre posibilidades, tire la toalla anticipadamente, asumiento, prejuiciando, la irremediabilidad de la reclusión en silla.

EL PACIENTE LÁZARO

Pero cuando llega el paciente a la unidad o clínica el mismo fisioterapeuta ve, observa, duda, atiende a su olfato y ojo clínicos, su intuición, basado en años de experiencia, reconocimiento de gestos, patrones. Y, siendo un poco más racional, lo adereza con un análisis del contexto, del proceso en su conjunto, no pensemos que esto va de habilidades personales particulares. Y, sin darle más vueltas dice, con la protección, vigilancia, prudencia debidas, con incertidumbre, «levántese», «levántate», y «milagrosamente», cual Lázaro, el paciente se levanta, se sostiene unos segundos,…y el fisioterapeuta se emociona, se congratula de atender a intuición, experiencia y conocimiento. Y, llama a la esposa o esposo, que está en el pasillo y le invita a que vea lo que creía que no volvería a ver. Ese el el paciente Lázaro. Esa es la aportación inesperada y benefactora de la fisioterapia. Esa es la recompensa que nos impulsa, nos hace ver la bondad, desde lo sencillo, de la Fisioterapia, con mayúscula.

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