Revista Diario

El paciente pedófilo

Por Drajomeini @DoctoraJomeini
El mundo del anestesiólogo está plagado de cosas sugerentes a los cinco sentidos: desde el inconfundible olor del líquido amniótico y el meconio que sazona los cubículos del paritorio hasta el tacto untuoso de la flema del fumador activo, que se enlaza alrededor del tubo, comosi fuera hiedra. Desde el ordeñamiento de las tripas de los obstruídos de cirugía general hasta el aroma pseudomónico de las infecciones en miembros de los traumas. Un placer, vaya. Pero, sin duda, lo que peor llevo de este corolario de estímulos es la mezcla de metano, etano, butano, sulfuro de hidrógeno, metilmercaptano y escatol. En otras palabras, el olor a pedo.El otro día, el Benji, uno de mis R4, se disponía a enseñarme cómo se tuneliza un catéter epidural en una paciente a la que le iban a amputar un pie, cuando un olor nauseabundo, mezcla de putrefacción y chorizo revenido, inundó el ambiente. Después de mirarnos unos a otros de forma sospechosa, constatamos que había sido la paciente, así que Superstar, una de las enfermeras de quirófano, con un truquito digno del Dr McGuiver nos mojó a todos las mascarillas con alcohol. Pero, ay, hados crueles, el alcohol, como la confianza, es volátil y se evapora con rapidez. Y, a los diez minutos, un nuevo hedor procedente de las profundidades de nuestra paciente volvió a condensar el aire. A Superstar le dio un ataque de risa aguda incontenible. - Cof, cof, cof - tosió el Benji, al borde de la intoxicación por metano - ¿Tú sabes si el escatol puede contaminar una epidural?


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