El miedo al auge comunista en Europa occidental fue uno de los principales inconvenientes que encontró el gobierno británico para intervenir en la contienda española, acompañado como estaba el momento histórico por el creciente poder del partido comunista español en los gobiernos durante la guerra, así como de la influencia que le acompañaba por parte de la Unión Soviética.
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Podemos afirmar igualmente que el miedo que infundía el auge del fascismo italiano y del nazismo alemán hacía a las dos grandes potencias europeas occidentales no tomar parte por uno de los contendientes (en el caso francés hay que decir que se dejó pasar material de guerra proveniente de la URSS y que se vendió armamento al bando republicano, que tuvo que endeudarse en plena guerra por ello).
El Pacto de No Intervención durante la Guerra Civil
Por ello, Antonio Marquina señala que se intentó en varios momentos la táctica de la mediación entre las partes en conflicto en España:
En este contexto, hay que destacar el apoyo de Francia y el Reino Unido a diversas tentativas de mediación entre los bandos contendientes. La primera y más significativa que se estuvo barajando tuvo lugar en diciembre de 1936, una vez fracasados los intentos del bando nacional por conquistar Madrid. Estos intentos, frente a otras superficiales opiniones, sólo podían desarrollarse cuando las partes se encontraban en una situación de tablas en términos militares y ninguna de las partes tenía a la vista un resultado favorable. En otras circunstancias, estas propuestas, que se hicieron con alguna asiduidad durante la guerra, denotaban una gran incompetencia revestida de buenas intenciones.
Y continúa:
La cuestión era convencer a las partes para la realización de un alto el fuego que diera paso a un plebiscito —idea francesa que acabó siendo considerada perturbadora en la mediación—, o a unas nuevas elecciones generales —y aquí con el tiempo entró de lleno la posibilidad o imposibilidad de restauración monárquica—, o bien intentar mantener una España dividida territorialmente, apoyando militarmente desde el exterior un gobierno de línea media entre los dos bandos, donde quedaban eliminados los extremistas, que preparase el proceso de solución con unas elecciones. Esta alternativa se consideraba compatible con uno de los objetivos básicos, eliminar la intervención extranjera.
Así pues, fallida la mediación, triunfó la posición británica de no apoyar a ninguno de los dos bandos en conflicto, dejando así desamparado al ejército y al gobierno republicano, que por su parte hubo de endeudarse para poder comprar armamento, sobre todo francés.
El gobierno del Frente Popular francés, y más particularmente una parte de sus votantes, vieron la posición adoptada por su gobierno como una traición (cauteloso de no levantar la ira ni la atención de los fascismos europeos, así como por la crisis y las convulsiones sociales internas). Ello no hizo, sin embargo, cambiar su posición al gobierno del Frente Popular con respecto a la República española, dejándola a su suerte.
La Unión Soviética
La URSS no quería verse envuelta en un conflicto generalizado, aunque sí dio el visto bueno al control del PCE en el gobierno, lo que provocó la repulsa de buena parte de los partidos no comunistas que luchaban del lado republicano. A cambio de su apoyo, exigió las reservas de oro (el famoso “oro de Moscú”) con el fin de facilitar una ayuda que nunca fue suficiente para que la república ganara la guerra[1].
Hay que decir que la ayuda de la URSS a la República estuvo orientada a intentar contrarrestar la ayuda que el bando sublevado recibía tanto de Italia como de Alemania, con el fin, al menos, de que la superioridad mostrada por el bando franquista no fuese demasiado acusada. Sin embargo, esta ayuda nunca fue suficiente, y ni siquiera las Brigadas Internacionales consiguieron aliviar nunca esta desigualdad en el campo de batalla.
Así pues, una vez abandonada a su suerte por parte de Inglaterra y de Francia, a la República solo le quedaba como contrafuerte a la abrumadora superioridad armamentística del bando sublevado (sobre todo por la ayuda de Italia y Alemania) el apoyo soviético. Destacará en este sentido la aportación de los aviones de combate conocidos como “Chatos” y “Moscas”, aunque muy inferiores en número a la aportación de la aviación alemana e italiana.
Crusells estima la ayuda soviética como sigue:
- Material de guerra
Aviones (principalmente cazas) 806
Carros de combate 362
Autos blindados 120
Piezas de artillería 1.555
Fusiles 500.000 aprox.
Lanzagranadas 340
Ametralladoras 15.113
Bombas de aviación 110.000
Proyectiles de artillería 3.400.000 aprox.
Bombas de mano 500.000 aprox.
Cartuchos 826.000.000 aprox.
- Personal
Aviadores 772
Tanquistas 351
Consejeros e instructores 222
Marinos 77
Artilleros 100
Militares (otras especialidades) 52
Ingenieros y obreros 130
Radiotelegrafistas 156
Intérpretes 204
Total 2.064
Estaba claro que con esas cifras no se pretendía ganar la guerra civil por parte de Stalin. No obstante, los partidarios del bando nacional siguen esgrimiendo el apoyo ruso como principal excusa para justificar la apabullante ayuda prestada al bando sublevado por parte tanto de Alemania como de Italia.
La intervención italiana y alemana
El deseo del Duce de que España volviese a ser una nación “temida y respetada” se remonta ya a los años de la II República, durante la cual promovió y financió a los diversos grupos fascistas españoles.
Al contrario de lo que se pueda pensar en un primer momento, Italia fue tal vez la potencia extranjera que intervino en mayor medida en la contienda española, tras ser la primera en reconocer el Estado franquista en 1936.
Durante el primer período, que termina con el reconocimiento de Franco por Italia en noviembre de 1936, el volumen de la intervención fue escaso. Italia suministra armas e instructores, pero no se compromete con grandes cuerpos de tropas de combate. Durante la segunda fase, Italia aumenta su presencia política y militar. En la tercera, Roma regresa a una muy limitada intervención en la política española, debido quizá a que la derrota de Guadalajara había socavado la base moral de las tentativas italianas.[2]
Levy sostiene también que la contienda española, a pesar de ser un conflicto intervenido por potencias extranjeras, en ningún caso puede ni debe ser considerado un conflicto de carácter internacional, si bien fue muy destacable la actuación de la aviación tanto italiana como alemana durante la guerra, ya que la mayoría de la aviación española siguió siendo fiel a la República tras el golpe de Estado.
La infantería italiana fue mucho menos determinante, a pesar de contar con 60000 soldados rasos, lo cual, unido al millón de soldados con los que contaba Franco (la mayoría de ellos de reemplazo) ponía de relieve la superioridad del bando nacional mediada la contienda. Con todo, la infantería italiana fue determinante en batallas como la toma de Málaga o la batalla (derrota) de Guadalajara.
En definitiva,
la intervención italiana estuvo impulsada en gran medida por consideraciones tradicionales de política exterior relativas a la posición política y militar de Italia en Europa y en el Mediterráneo, en especial sus relaciones con Francia. (A. Levy Martínez).
Para Hitler, el ejército más determinante de la contienda fue el ejército alemán, del que dijo durante la IIGM que Franco debería levantar un monumento en su honor, debido a lo decisivo de su intervención para la victoria nacional. Sin embargo, la ayuda alemana al bando franquista se mantuvo en secreto hasta 1939, con el propósito de no despertar los recelos de las potencias europeas no fascistas.
Bernecker sostiene que no fue el miedo ideológico a la influencia soviética-comunista el determinante en la contienda, sino que Franco fue ayudado en calidad de “protegido”, si bien, según Bernecker, no fue considerado un auténtico revolucionario fascista, debido fundamentalmente al apoyo incondicional que Franco recibió de la Iglesia en todo momento, entre otros aspectos de interés. No obstante, la propaganda de Goebbels durante el conflicto español en Alemania presentaba a Franco como un héroe y un redentor. Pero fue, sobre todo, el interés económico derivado del conflicto el determinante en la misma, como así muestra Bernecker, al menos en principio. A pesar de todo, Bernecker acaba reconociendo que los nacional-socialistas deseaban eliminar a los anarquistas, los comunistas, los masones, etc. al igual que Franco. Lo cual incluía, indefectiblemente, la influencia del PCE y del Komitern soviético sobre el mismo. Franco destacó estos aspectos sobre cualquier otro (especialmente el aspecto anticomunista de la contienda). Hitler, por su parte, buscaba igualmente aliados ante el más que probable enfrentamiento con la Unión Soviética (entre ellos España), factor igualmente importante para la intervención efectiva en España.
en otras conversaciones del «Führer» se pone de manifiesto que en los días que siguieron al estallido de la guerra civil española su principal preocupación era que el comunismo pudiera pasar de España a Francia. A fines de abril de 1937, en discurso pronunciado ante los jefes de distritos políticos del Partido Nacional Socialista, en la institución para la formación de la élite política existente en Vogelsang, Hitler manifestó que su objetivo no era en modo alguno hacer «de España un estado nacional-socialista» (cosa que le parecía imposible, superflua y absurda); «lo único que nos interesa —añadió— es que no surja allí un estado bolchevique que sirva de puente de unión entre Francia y el Norte de África». La decisión de apoyar a Franco —tomada por Hitler el 25 de julio de 1936— obedeció quizás también, entre otros motivos, a que Hitler sospechaba que el gobierno francés se disponía a suministrar armas a la República española[3].
Todo ello pone de relieve, en última instancia, que tanto la no intervención como el intervencionismo durante la guerra civil española tuvo una multiplicidad de determinantes, sin los cuales no se puede entender el desarrollo final de la contienda. A pesar de ello, coincido con Levy Martínez en no considerar la Guerra civil española como un conflicto internacional, por las terribles conclusiones que se podrían sacar en una posible relación con la Segunda Guerra Mundial, el conflicto más sangriento de la historia de la humanidad.
Autor: Eloy Andrés Gómez Motos para revistadehistoria.es
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-Bernecker, W.L: La intervención alemana en la guerra civil española. Espacio, Tiempo y Forma. Serie V. Hª Contemporánea. T.V. 1992. Págs., 77-104.
-Crusells, M: La URSS y la Guerra Civil española. Centre d’Investigacions Film Història. Universitat de Barcelona
-Levy Martínez, A (UBA-UNLZ): Sobre el libro de Coverlade La intervención fascista en la Guerra Civil Española. Madrid: Alianza. 1975. 294 páginas.
-Marquina, A: Las potencias occidentales y la guerra civil española. https://www.ucm.es/data/cont/media/www/pag-72530/UNISCI11Mar1.pdf
[1] ¿Fue el pacto de no agresión firmado entre la URSS y Alemania en 1939 una solución para la paz en Europa? La IIGM demuestra que no fue así, y que las cautelas de la URSS con respecto a la ayuda prestada. a la República fue tan insuficiente como injustificada en su insuficiencia, a pesar de lo que Stalin no prescindió de controlar al partido comunista español, a través entre otras cosas de purgas internas dentro del bando republicano, a la manera estalinista, de la mano de su lugarteniente en España, Orlov.
[2] Levy Martínez, A (UBA-UNLZ): Sobre el libro de Coverlade La intervención fascista en la Guerra Civil Española. Madrid: Alianza. 1975. 294 páginas.
[3] Bernecker, W.L: La intervención alemana en la guerra civil española. Espacio, Tiempo y Forma. Serie V. Hª Contemporánea. T.V. 1992. Págs., 77-104.
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