Donald Barthelme ha llegado a mi vida como un huracán, como un ciclón, como una tormenta, ha pasado por encima de mí, me ha sacudido y me ha dado un bofetón para decirme: oye imbécil quieres hacer el favor de abrir los ojos, estás hecho una mierda, te va a dar un infarto de tomarte las cosas tan en serio.
Dios.
Barthelme y yo nos conocimos en Las enseñanzas de don B, donde ya os dije que lo amaba profundamente y que quería leer todos sus libros, sin excepción. Bien. En este tiempo además de este que tenemos aquí hoy, he conseguido su libro de relatos 40 relatos. La vida me sonríe. La búsqueda de libros descatalogados es la otra cara de querer leer a tipos como Barthelme.
Leer los relatos de Las enseñanzas de don B puede que me haya servido de preparación; una muestra de un Barthelme condensado, unas píldoras de lo absurdo hecho relato, hecho literatura, un ejemplo de los mundos en los que se mueve y vive y funciona la mente arrolladora de este post modernista y rey de lo ilógico más entrañable y feroz. Porque enfrentarse a El padre muerto en frío, sin haber entrado antes en las posibilidades y capacidades de este escritor, puede ser como adentrarse en un desierto árido y caluroso, sin agua y sin guía.
Bueno igual exagero.
¿Nos gusta lo irracional? ¿Lo absurdo, lo imposible, lo ilógico, lo inverosímil? Si, si, si, si y SI. Por supuesto. Es una de mis grandes pasiones, es uno de mis motivos predilectos a la hora de leer. ¿Cuánto aguantas, cuánto aguantamos? Ah. Pregunta irrelevante. Lo que haga falta. Me pliego, me genuflexiono a todo argumento-trama-historia escrita con la valentía, el poder, la capacidad, la destreza, y/o la poca vergüenza de atreverse a retorcer la realidad, de hacerla imposible, inviable, sumamente falsa y, al mismo tiempo, perfectamente creíble y normal.
¡Toma ya!
¿Cuánto de imposible hay en un padre –un hombre, pero que ante todo es padre, hay que tenerlo claro- que mide tres mil doscientas brazadas? ¿O lo que es lo mismo, unos seis kilómetros? Un padre al que arrastran tumbado, con unas cuerdas, apenas un grupo de hombres. Un padre que no deja de dar discursos mientras va tumbado, un padre que cada vez que se ofende sale corriendo y perpetra una matanza, un padre que, por cierto, está muerto.
¨Muerto, pero todavía con nosotros, todavía con nosotros, pero muerto.¨
Barthelme es igual de bueno en novela que en relato, o en novelle, ya que El padre muerto es corta, no llega a doscientas páginas. Y una vez más hace aquello que lo convierte en un escritor increíble y mágico; poner una situación imposible a su disposición y tratarla con total normalidad, despojar del absurdo a la circunstancia, mostrarse indiferente, mostrarnos la normalidad de lo que sucede y que, en ningún caso, es algo extraordinario. Así arrastrar a un hombre de unos seis kilómetros, que está muerto pero habla, que tiene un humor cáustico adorable, que tiene un fuerte deseo sexual, que en una de sus piernas, que es ortopédica, alberga unas oficinas, y que dice ser, a veces, el padre de todos los madres, se convierte en una situación surrealista e hilarante para nosotros, pero absolutamente normal para Barthelme y sus personajes.
Y el estilo de Barthelme, mucho más contenido en los relatos, está aquí totalmente desatado, desaforado, rozando lo críptico a veces –mención, MENCIÓN para la traducción de Catalina Martínez Muñoz que es extraordinaria- así que a veces hay que enfrentarse al texto, un poco –igual exagero- pero aun así la narración es deliciosa y te lleva por caminos llenos de curvas, de elevaciones, te hace elevarte y te suelta de golpe, te da velocidad, para después pedirte calma, da vueltas, da giros, saltos, es extraña y extraordinaria.
A Barthelme hay que volver, una y otra vez, una y otra vez, siempre. Sobre todo cuando uno se toma la vida demasiado en serio, y demasiado en serio a sí mismo.
El padre muerto
Donald Barthelme
Ed. Sexto Piso 2009
187 páginas.