Colombia tiene una virtud única: La capacidad de sorprenderme todos los días y, a la vez, de lograr imaginar que al día siguiente podría haber algo todavía más audaz.
Cuando yo era un reportero raso en el diario más grande de este país, llegaban periodistas del extranjero con más experiencia que yo para hacer ‘prácticas’ ¿La razón? Colombia es, si no el mayor, uno de los más grandes productores de noticias de orden público. Colegas europeos dejaban la comodidad de su entorno y la certidumbre permanente para enfrascarse en la loca aventura de hacer periodismo en un país tan atípico, excepcional y agresivamente sorprendente como el nuestro.
Colombia ha producido noticias que todavía me crispan como los ‘falsos positivos’, esa terrible rutina de una fracción del Ejército para engañar civiles con la falsa promesa de contratarlos como obreros, pero que en realidad terminaban ‘disfrazados’ de guerrilleros y asesinados con tiros de gracia para luego mostrarlos como muertos en combate y así notarse puntos ante la institucionalidad. Esa misma Colombia es la que produce, con los mismos protagonistas, historias épicas sorprendentes como la ‘Operación Jaque’ y otras de similar calibre hollywoodense.
Esa misma Colombia es la que durante más de tres semanas se conmueve con el caso de una mujer que destroza sus glúteos en un quirófano, esa Colombia se solidariza con ella por ser una estrella del entretenimiento, pero ese mismo país no se conmueve con los centenares de casos similares de mujeres que durante años han sufrido padecimientos similares.
La melancolía de una figura pública se convierte en el tema de la agenda de un país. Eso tiene que darnos pistas del país en que vivimos, eso debería explicarnos, en parte, de qué estamos hechos como mayorías. No está mal que lloremos por ella o con ella, pero lástima que no lloramos antes por todas las invisibles.
En estos días, otro hecho similar ocupó la atención de las redes sociales y no pocos medios masivos: Un video en el que otra presentadora de entretenimiento aparentemente reclama de manera airada por un mal servicio en una peluquería.
Qué tenacidad la de esta mujer: Con solo una de sus uñas logró opacar la atención sobre otras noticias que podrían ser mucho más relevantes para la agenda nacional. Casi que de reojo, unos pocos colombianos vimos que ‘Timochenko’, el máximo jefe del grupo terrorista en Colombia envió una propuesta al gobierno de Juan Manuel Santos, que el general Mario Montoya fue llamado a indagatoria por presuntos vínculos con paramilitares mientras éste enriquecía su patrimonio de maneras todavía injustificadas.
De igual manera, casi de agache se presentó un nuevo Plan Obligatorio de Salud (POS) que afectará a millones de colombianos, pero éste todavía no termina de convencer a la Corte Constitucional y la Procuraduría investiga cómo es que fue posible posesionar alcaldes que hoy se encuentran en la cárcel…
En ese vínculo entre realidad y medios, en esa nube etérea donde no se sabe con certeza si los medios reflejan la realidad o la realidad es el reflejo de los medios, el que sigue perdiendo es el ciudadano que se come el cuento de que LA noticia es la que más tiempo recibe o la que tiene el momento más espectacular.
Así como en las secciones de deportes, las carreras en motos de alto cilindraje solo tienen registro en los momentos de las caídas aparatosas, otras muchas realidades quedan descontextualizadas y sin terminar de narrarse.
Las emisiones de la noche de los noticieros de los dos canales privados nacionales quedaron proscritas casi para el día siguiente, cuando la noche muere y ya no están presentes sino los insomnes con pocas ganas de informarse. Y mientras tanto, el género de opinión se convierte solo en una ilusión, un mito urbano en estos canales.
El rating es una dictadura en la que los gustos de las grandes masas televidentes son cultivados por años, no son espontáneos y tienden a replicarse en el tiempo. Así las cosas, la ficción se impone en formas de telenovelas, realities y seriados sin seriedad. Las franjas de ficción (o sea casi toda la parrilla) en Caracol y RCN las manejan con total falta de respeto por el tiempo del televidente.
La idea de la realidad televisada se va desvaneciendo en pompas de jabón que aunque parezcan transparentes son frágiles y se van rompiendo cuando chocan con el piso de la verdadera realidad.
Esa es la Colombia que eufemísticamente habla de “las pompis” mientras se va de culo.