Cholita cochabambina
A raíz de que los profetas del gobierno de Evo Morales han instaurado nuevas políticas destinadas a erradicar los rastros de los “quinientos años de explotación” y otros conceptos del colonialismo, han borrado de un plumazo nombres como “Corte Suprema”, “República”, “Congreso Nacional”, “Consejo”, etc., porque apestan a “occidental, europeo y alienante” por otros títulos más solemnes y confusos, acordes con la nueva realidad de las cosas, todo englobada en nuevo conglomerado multiétnico conocido como “Estado Plurinacional de Bolivia”. Suena bonito, pero al día de hoy, a los ojos de la ciudadanía, los cambios pregonados, se asemejan más a coloridos efectos de maquillaje.En este orden de cosas, al país lo han dividido en 36 naciones, (muchos indígenas se acaban de enterar que pertenecen a otra nación, cuando antes se consideraban “bolivianos” simplemente). Para dar más chicha al asunto, han inventado un nuevo gentilicio para todo aquel que reniegue de la cultura europea y su herencia genética. Ahora a los pueblos indígenas los denominan “indígenas originarios campesinos”, cuando antes se identificaban orgullosamente como quechuas, aymaras, guaraníes o amazónicos, tal como se reflejó en el último censo de población de 1992. Dentro de esta concepción neo indigenista, el resto de los bolivianos, no sabemos a qué nación pertenecemos, ¿acaso no somos también originarios del mismo suelo patrio?
Lo anecdótico de esta salsa ideológica, a pesar de que muchos de los supuestos indígenas despotrican contra la España colonial, sin embargo no reniegan de sus nombres castellanos (En África, las recién independizadas colonias empezaron por cambiar el nombre desde sus gobernantes). Hablan de volver a los usos y costumbres ancestrales, sin embargo siguen usando sombrero y trajes españoles. En ese vaivén de cosas lo indígena se estigmatizado artificialmente a tal punto que ya no se puede decir “Chola o cholita” porque inmediatamente se interpreta como racista, y es más correcto llamar “mujer de pollera”. Curiosamente, en La Paz existe el coqueto “Parque de las Cholas” y además emplazado en un barrio de la alta sociedad. A menudo degustamos el sabroso “sándwich de chola” e incluso una avenida cochabambina luce como monumento un sombrero de chola de los valles. Algunos presidentes e intelectuales como el poeta y escritor paceño Franz Tamayo se enorgullecían de sus madres cholas. Sólo en estos tiempos de cambio se ha forzado la connotación racista y discriminadora de tales conceptos.
Los chutos al poder
Chuto.- En Bolivia dícese de aquel objeto o bien indocumentado, adquirido por contrabando y otros medios ilícitos. Por extensión todo aquello que se hace sin apego a las normas o leyes.
A diferencia del resto del mundo, donde impera el respeto a las leyes e instituciones, aquí campea la máxima de “le metemos nomás, para eso están los abogados para que arreglen” (Evo morales dixit). Con la venia gubernamental, se ha volcado la torta como se dice popularmente. Ahora sirve de poco la trayectoria profesional para aspirar a puestos de autoridad, pesa más simpatizar o declararse “soldado del proceso de cambio”. Asimismo para conseguir algo, los sectores sociales han descubierto que es más importante la presión a través de marchas y bloqueos, aunque violen la ley, ninguno va a juicio o a la cárcel. En los últimos años, el país se ha visto inundado por el contrabando especialmente de vehículos viejos y robados que son vendidos a bajo precio en las fronteras e internados en masa a territorio nacional en forma ilegal. El gobierno los premió sacando un decreto específico para saltarse la ley de aduanas. Así, el que observa la ley, simplemente es un gil como reza un viejo tango.
Siguiendo con esta vorágine de procedimientos absurdos, no es extraño encontrar funcionarios de mil oficios ejerciendo en cargos variopintos. Los manuales de funciones respectivos son letra muerta. He aquí algunos casos ilustrativos, de seguro hay muchos más, pero no hace falta:
-El director de ABC (Administradora Boliviana de Caminos) es un cura español. Vale, entendemos que conozca muy bien los caminos del Señor, pero qué hace metiéndose en los caminos del Diablo (entre ellos quizá la carretera más peligrosa del mundo). Curtidos como somos ya no nos extraña tanto como los pintorescos carteles que adornan las carreteras principales con la leyenda de “Zona geológicamente inestable” para justificar las chapuzas debidas a los negociados más que a los accidentes topográficos de las mismas.
-El Ministerio de Justicia, no lo dirige un abogado, a pesar de los miles que pululan el país, ninguno tiene tanto mérito como el haber sido valioso dirigente sindical, como la señora que lo preside, quien a decir de la web de la Presidencia del Estado, “participó en varios programas de capacitación con la organización sindical campesina, lo que le permitió ahondar la lectura y analizar profundamente la realidad social, económica y política de Bolivia”.
-El recientemente nombrado funcionario de Asuntos Marítimos, que lleva el solemne nombre de Dirección de Reivindicación Marítima, es un abogado especialista en derecho tributario. Con esos conocimientos suyos haremos frente a la estrategia chilena, ellos como poco tienen una escuela de diplomacia y asuntos internacionales. (Por si acaso fue también candidato en las recientes elecciones judiciales, pero como no fue elegido magistrado le consolaron dándole una pega (empleo) de importancia en el gobierno, y no me digan que no tenía tufillo de candidato oficialista).
-El alcalde de la ciudad donde vivo-Cochabamba-, destacado músico folclorista cambió la guitarra y el poncho, una noche después de un concierto por los discursos y las guirnaldas. Ante su pésima gestión como autoridad edilicia, acentuada por su nula experiencia administrativa, no falta algún vecino que se mofe de él: “otra cosa es sin guitarra”.
No todo es el gobierno del sinsentido y del absurdo, el Ministerio de Salud está a cargo de una doctora experimentada en medicina, lo que extraña es que no hayan nombrado a un curandero especialista en medicina milenaria y otras artes adivinatorias. Pero ya se sabe, la excepción confirma la regla.