La historia está llena de empresas de comunicación sin definición
editorial o con una política de relaciones industriales basada en un
régimen de adhesión; también asistimos hoy a la especulación financiera
en torno a la propiedad de los medios. Considero inconcebible una
empresa que, además de un proyecto colectivo, no sea capaz de albergar
un proyecto personal para sus partícipes. Un periódico, como toda
empresa, debe plantearse el beneficio como fin y como medio de
subsistencia. Pero el empresario de periódicos sabe que está embarcado
en una aventura que procede de un aliento espiritual y que supone un
proyecto social. Cualquier empresario que ignore estos perfiles estará
condenado, antes o después, al fracaso. Porque en periodismo, como en
democracia, el fin no justifica los medios.
La obtención de beneficios no tiene alternativa racional alguna, al
igual que la enfermedad no es una alternativa a la salud, sino su
destrucción: la compañía que entra en pérdidas inicia un camino
inexorable hacia la suspensión de pagos, la quiebra o hacia la
subordinación a otros intereses.
Una organización económicamente fuerte, industrialmente moderna (fue
la primera en introducir los videoterminales en las redacciones
españolas), con una gestión profesional y transparente (EL PAÍS se hace
auditar externa y voluntariamente desde 1978). Dignificación
profesional, en salarios y derechos, de los trabajadores. Implanta por
primera vez el descanso semanal de dos días para los periodistas.
Esa inversión de la jerarquía entre medios y fines se produce en la
prensa sensacionalista y amarilla, sólo preocupada por aumentar su
circulación y su facturación publicitaria a cualquier precio, a fin de
optimizar sus cuentas de resultados. En el otro extremo encontramos la
patología simétricamente opuesta de la simulación de formas
jurídico-empresariales para encubrir proyectos periodísticos financiados
a fondo perdido que se proponen objetivos al margen del mercado.
Por eso, la transparencia es básica a la hora de juzgar el comportamiento de las empresas de comunicación.
Jesús de Polanco
(Extraído de su discurso :La Comunicación, una empresa de ideas) 8/12/1991