Revista Opinión

El paisaje de mi vida.

Publicado el 25 junio 2019 por Carlosgu82

Las últimas pinceladas de una tarde de verano me acompañaron por el zigzagueante camino de Traslasierras, Córdoba. Yo me dejaba hipnotizar por la cadencia de sus curvas y contracurvas. Por la manera única en que la luz definía cada matiz, cada contorno del paisaje. Por el ángulo, los tonos y la intensidad de la luz crepuscular que iba definiendo y contrastando de manera imposible, cada uno de los elementos de aquel escenario. Para cuando tomé una de las tantas curvas a la derecha, ya había comprendido, que no serían uno sin el otro, o al menos no en la misma intensidad. Pero luego, en la siguiente curva a la izquierda encontré el exquisito perfil de mi compañera y entonces, todo cuanto me rodeaba pasó a un segundo plano.

De pronto, descubrí que no existen palabras ni comparaciones precisas con las que pueda describir la curva perfecta que dibuja su cintura. También intenté, no pocas veces, y siempre de manera infructuosa, hallar el símil para la suavidad de sus caricias, pero no he encontrado sobre la tierra cosa alguna; tan tersa, cálida, sensual y exquisita.

Advertí, sin embargo, que puedo definir del modo más preciso a la delicadeza misma, si la comparo con sus suaves manos, con sus delgados dedos. Son por cierto, los erráticos movimientos de éstos sobre mis cabellos, el calor de su vientre y su rítmica respiración; el conjuro perfecto que duerme a la bestia. Comprendo también, que nuevas expresiones deberán nacer para que pueda yo escribir sobre ese celeste imposible con el que me mira; o sobre el calor de sus labios, con los que me domina.

Finalmente, aquella tarde de verano dejamos atrás aquel hermoso camino que nos vio pasar. Eterno y orgulloso, pero algo celoso de haberse sabido, aunque sea por un corto lapso de tiempo, mucho menos singular y único que antes.


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