Revista Cultura y Ocio

El paisaje después de la batalla, de Juan Goytisolo

Publicado el 26 junio 2011 por Flenning

El héroe de esta historia vive en un presente ampliado, porque el tiempo de su paisaje es más que un presente; también, es casi un futuro o casi un conjuro. Digo que el héroe vive en el presente, porque su tiempo es urbano, apenas esplendoroso, apenas libre, ensombrecido, infelizmente conocido, sencillamente infeliz, conocido, infeliz… Y digo que el héroe vive en un presente ampliado, casi un futuro, porque es un futuro falacioso, incontrastable, solitario, nihilista…

¿Qué hace el héroe en este paisaje?

El personaje recopila hechos, subraya con tinta indeleble lo que no quiere o teme olvidar. Corta y pega. Ordena, documenta y cuenta. Escribe y describe. Anuncia el paisaje del presente ampliado, el paisaje del futuro sospechado: allá, un pederasta protegido por un líder sindical; allá, una carta de lector no correspondida; allá, unas Obras Completas inconclusas; allá, un funcionario perezoso, otro más; allá, un muerto rodeado por los suyos, que lo lloran; sobre aquellas paredes, se han escrito unos signos ininteligibles (¿de otra cultura?). ¿Hay una cultura nueva o será que, después de la batalla, se ha perdido la cultura? Acá, un atuendo muyahidin junto a un derviche sin corazón, o descorazonado, o muerto, o exiliado, que es lo mismo, aunque parezca distinto; en muchos sitios, un exiliado; en un sitio, muchos exiliados; en muchos sitios, un olvidado; por todas partes, deshumanización; por todas partes, sombras; en el presente, un día menos; en ningún sitio, futuro.


«… Botín del día: dos cartas del abundante correo erótico semanal del lector, subrayadas primero con lápiz rojo y recortadas luego con las tijeras, listas para ser catalogadas en la carpeta, junto a las que ya integran su nutrida y sicalíptica colección […]».

Le pregunto a usted: contar el futuro, ¿es un acto heroico? No sé, puede ser. Si me pregunta así, por sorpresa, y sin la cédula de identidad encima, debería decirle que el hecho de acertar el clima, sobre todo si es lunes por la mañana, está considerado como una verdadera proeza.

Se lo pregunto en serio. Ya sé que me lo pregunta en serio, pero no sé qué decirle, déjeme pensar. Estoy pensando: si el presente tuviese signos y síntomas, como una neurosis y como una conjuntivitis y, a partir de signos uno, su personaje, en este caso, pudiese diagnosticar el estado clínico del paciente Presente, entonces podría decirle que el personaje, después de la batalla, es un héroe que solo diagnostica y no repara, como la mayoría de los demás héroes. Considerar que un grafiti ininteligible es un signo-síntoma de la enfermedad Hecatombe, parece un poco apresurado, pero bueno, ese es el mérito de los héroes diagnosticadores: interpretar los signos, a pesar de que sean poco intuitivos y de que el diagnóstico sea reveladoramente fatal y… apresurado.


El paisaje después de la batalla, de Juan Goytisolo

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La hecatombre«… Ahora os quejáis que si los barrios ya no se reconocen con tanta gente nueva, que esto parece Marraquech en lugar de Lavapiés, pero no sabéis cómo se las gastaban entonces. El Sentier, os digo, era el barrio parisino más típico que se pueda imaginar. Luego llegaron los inmigrantes, claro, pero hasta ellos tenían su sitio en el sistema y mientras nadie se metiera con nadie cada cual hacía su vida. Hasta que llegó la hecatombe, todo por culpa de ese maldito tipo. No era nativo, eso está claro, aunque tampoco tan foráneo como la hornada de indios pakistaníes turcos argelinos llegadas al vecindario. No parecía tener otra ocupación que vagar todo el santo día por las calles, como embobado, rondar los parques infantiles y entrar en algún cine porno (lo habían reconocido por sus indefectibles sombrero de fieltro e impermeable). Solo después de la hecatombe se supo lo que tramaba: una mañana todos los postes, signos y rótulos del Sentier aparecieron escritos en un indescifrable alfabeto oriental. ¡Los paisanos perdidos, los de fuera tan panchos y él en medio de todos ufano como unas castañuelas! […]».

Pero, al fin y al cabo, se trata de un héroe pasivo, ¿o no? Bueno, mire, digamos que no es un héroe como los que usted acostumbra a presentar en este espacio. El personaje, narrador, autor de este fin de batalla, no es como Fermat, ni como Alatriste, ni como Salander, quiero decir que no va por ahí, remediando entuertos. No obstante, si me permite, no tiene por qué compararlo con los héroes clásicos sino, en todo caso, lo que debería usted preguntarme a mí, que soy su lector, es si me sirven de algo las revelaciones sobre este presente medio futuro, o si me sirve de algo comprender que vivo en este medio ocaso, de este medio paisaje sin tiempo, sin futuro.


El paisaje después de la batalla, de Juan Goytisolo

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