Revista Filosofía

El paisaje gris de Bariloche.El volcán Puyehue.

Por Andi

El paisaje gris de Bariloche.El volcán Puyehue.

Montañas de arena quitada de los techos se acumulan por doquier. Sobre el lago flotan decenas de metros de polvillo. La ceniza lo sigue invadiendo todo: los ojos, el pelo, las casas, las conversaciones. Cómo se vive en Bariloche después del estallido del Puyehue.

Un manto pálido desapasiona los colores. Flota en el aire como un velo capaz de cubrir el centro, la falda de la montaña, los barrios aún más desprotegidos del Alto. Al fondo del paisaje, los contornos están desdibujados. En este momento, en la calle el viento raspa porque lleva todavía, o mejor dicho nuevamente, “la arena”, esa ceniza volcánica llegada desde Chile que hace una semana desvela a la Patagonia. Por la mañana, sobre los techos habían florecido señores de escobillón y pala que descargaban la evidencia del volcán Puyehue. Pero la tarde volvió imposible la faena y la ciudad entró en un clima de siesta vigilante. El Nahuel Huapi, de un turquesa impactante, hoy queda un poco más lejos: en algunas zonas, las arenas grises que lo bordean, pesadas pero flotantes, llegan a tener cien metros de extensión.

Hace una semana y un día, el día se hizo noche y sonó un trueno. Poco después, empezó a llover “la arena”. Esas escenas, en ese orden, se repiten en los relatos de los locales. “Porque acá no hay esas lluvias, porque acá no hay truenos”; porque cuando el volcán Puyehue empezó a humear en Chile, en la ciudad corrió el rumor de que el que despertaba era el Tronador, tan cercano a las zonas habitadas que podía temerse lo peor. La ceniza volcánica que cayó del cielo, que se desprendió de una nube gris plomo, detuvo la vida cotidiana puertas afuera. Por unos días, nadie salió de las casas, no hubo clases en las escuelas, ni tiendas abiertas, ni rutina que se mantuviera en pie. Ahora, mientras la posibilidad de más actividad volcánica, en una zona rodeada de cordones montañosos potencialmente activos, acecha como leyenda urbana entre los pobladores, Bariloche intenta volver a construir una cotidianidad que no tiene opción salvo incorporar estas esquinas con montañas de cenizas cuyo destino sigue siendo un misterio, estas calles mullidas a fuerza de acumular la arenilla humedecida por las lluvias, estos vidrios siempre tiznados.

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http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-169939-2011-06-12.html


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