¿Qué se puede esperar de un ave que se llama “pájaro bobo”? El calificativo “bobo” surge a partir de la palabra latina balbus, que significa ‘balbuceante’, es decir, alguien que habla todavía con dificultad, de lo que se derivó luego el significado de tonto, insensato con pocas luces.
Por consiguiente, el pàjaro bobo jamás va a destacar ni a llamar la atención por su refinamiento o por sus piezas maestras estéticas.
Cada ave genera al año más de quince kilogramos de excrementos, y son millones de ellos los que pululan en las islas frente a las costas de África y Sudamérica, en un espacio bastante reducido. De ese modo, alguna que otra isla llana y arenosa se convirtió en un imponente mazico de acantilados. ¡Un monstruo montañoso formado por caca de pájaros!
No es precisamente una idea apetitosa, pero los excrementos de esos palmípedos tienen una ventaja, y es que se pueden procesar para transformarlos en combustible y en abono para la agricultura.
El término especializado es el de guano. En el año 1847, la isla peruana de Don Martín fue escogida por los pájaros bobos y los cormoranes como lugar para empollar a sus crías, y cien años más tarde ya se recogían allí 240.000 toneladas de guano.
Perú y Chile se enriquecieron con él, un bienestar que desapareció finalmente debido a que la industria química desarrolló alternativas más baratas.
Hacer dinero con los excrementos es algo que encaja muy bien con el pájaro bobo. Por otra parte, no es precisamente el ave más brillante de todas. En las islas Galápagos, el pájaro bobo convive con los pinzones de Darwin, es decir, aquellas aves que otrora fascinaron tanto al padre de la teoría de la evolución.
Y es que esos pájaros con un ejemplo perfecto del surgimiento de nuevas especies, ya que su adaptación a los cambios del entorno y a los nichos ecológicos se puede leer estudiando las formas de sus picos.
Antiguamente se alimentaban de semillas, pero desde que el fenómeno llamado El Niño desvió la corriente de Humboldt, deparando a las islas una aridez desoladora, ya no quedan allí muchas semillas.
Los pinzones han tenido que adaptarse. Según el principio de la selección natural, sólo hubiesen podido sobrevivir los animales con los picos más grandes, ya que con esas herramientas hubieran podido partir las semillas más grandes.
Sin embargo, sucedió lo contrario. Algunas de las especies de pinzones desarrollaron incluso un pico muy pequeño. La razón: que El Niño no sólo trajo la sequía, sino que con él llegaron también abundantes peces, con los cuales, a su vez, llegaron también muchísimos pájaros bobos.
Y de inmediato se pusieron a hacer lo que suelen hacer: empezaron a cagar, y mientras tanto, iban construyendo sus nidos y poniendo sus huevos. Lo más notable en los pájaros bobos es, sin embargo, que si un huevo se ha desplazado unos centímetros de su lugar original, ya no lo aceptan como suyo y lo dejan a un lado.
Los pinzones de Darwin observaron esto y empezaron a llevarse los huevos rodando. Podían contar con que, después del primer empujón, ya no tenían nada que temer por parte de los pájaros bobos. Al final, trasladaban los huevos hasta el borde del acantilado y los lanzaban hacia abajo, donde quedaban para las aves, extendido en el suelo, un maravilloso menú a base de revuelto, algo que podían saborear sin necesidad de tener un pico grande.
Una jugada astuta de los pinzones de Darwin, pero una bobería de los bobos. Porque ese curioso rechazo de sus propios huevos va en obvio detrimento de su cuota de multiplicación, una cuota que, de por sí, no es demasiado elevada, ya que los pájaros bobos tienen cierta tendencia al brutal fratricidio.
Es cierto que la mayoría de las veces traen al mundo dos crías, pero en el noventa por ciento de los casos la más pequeña de ellas muere antes de independizarse. En el mejor de los casos -cuando hay alimento para todos, por ejemplo-, la mayor de las crías se limita a someter a la más joven. Esta última, a continuación, baja el pico y ya no vuelve a mirar a la mayor a los ojos.
La etología denomina a esta actitud bill-down-face-away. Además, más tarde el pájaro menor abandonará el nido en su condición de “perdedor entrenado”, lo cual, como se sabe, no es una buena premisa para imponerse en la lucha por la supervivencia.
Incluso lo tendrá difícil en la lucha por conseguir una pareja sexual dentro de la propia especie, porque, ¿a quién le gustan los bobos perdedores?
fuente: DE FOCAS DALTÓNICAS Y ALCES BORRACHOS Por qué sobreviven algunas especies animales a pesar de sus defectos naturales (JÖRG ZITTLAU)