set pieces de sangre a veces mal traídos
«Argento es Argento es Argento». Así comenzaba el divertido texto de Pedro Calleja sobre El pájaro de las plumas de cristal publicado dentro de la monografía Profondo Argento (Paidós, 1999). Acertadamente, definía la desbordante personalidad del cineasta romano —erotismo fetichista, psicoanálisis de bolsilibro, expresionismo y arte pop—, una personalidad tan acusada que con el tiempo le llevaría a ser fácilmente reconocible, y cada vez más reiterativo.Todos estos rasgos más o menos acentuados ya aparecen aquí, en la opera prima de Dario Argento: una trama descocada, plagiada literalmente de una novela de Fredric Brown, La caza del asesino, si bien firmada como propia; una virtuosa dirección de fotografía a cargo de Vittorio Storaro; uso vanguardista del sonido con música de Morricone —más tarde llegarían músicos de rock sinfónico como Keith Emerson o los Goblin—, y, por encima de todo, una complacencia exagerada en el sufrimiento ajeno, convirtiéndose la película en aparatosos set pieces de sangre y erotismo mejor o peor hilvanados (lo cierto es que cada vez peor).La fórmula tuvo un enorme éxito y sería imitada hasta la saciedad en Europa y Estados Unidos —por supuesto también en la España del tardofranquismo, por parte de realizadores como Carlos Aured o León Klimovsky—. De hecho, aunque El pájaro de las plumas de cristal es la película que da el pistoletazo de salida, la verdadera paternidad del giallo —policial sensacionalista italiano— se la debemos a Mario Bava, genio ninguneado en su momento con el que Argento tiene más de una deuda pendiente.Aunque el argumento acaba resultando subsidiario y su resolución resulta traída por los pelos —como buen pintor de brocha gorda, Argento se detiene a explicar de forma fantasiosa la mente criminal, desde un prisma psicoanalítico que ya entonces era anticuado—, la película mantiene sobradamente el interés por su retrato vivo de la Roma nocturna, el carácter ritual que envuelve los crímenes; además posee secuencias notables: el protagonista pasea sin rumbo, se detiene al ver cómo un hombre vestido de negro agrede a una mujer en el interior de una galería de arte... y se queda encerrado como testigo impotente, entre dos mamparas de cristal. La prensa no tardó en bautizar a Argento como «el Hitchcock italiano», a lo que el inglés, según cuentan, respondió escuetamente, «este muchacho empieza a preocuparme».
David G. Panadero
De los gritos de dolor del expresionismo a los más inquietos thrillers europeos sin olvidar los grandes clásicos de Hollywood, el equipo PRÓTESIS te trae el comentario crítico de cincuenta títulos escogidos. Este ensayo colectivo ha sido realizado por el Equipo PRÓTESIS para el número 8 de su publicación en papel, coordinado por David G. Panadero
No te pierdas el monográfico