Revista Comunicación

El Palacio de Gallardón

Publicado el 26 abril 2011 por Felipe @azulmanchego
MENTIRÍA SI DIJERA que no me gusta cómo ha quedado el reformado Palacio de Cibeles. Se nota que los madrileños, a través de Gallardón, han metido allí mucho dinero (la oposición habla de más de 500 millones de euros), y no es de extrañar , por tanto, que el antiguo Palacio de Comunicaciones se haya convertido en una de las atracciones de Madrid. Una obra "bonita", moderna, luminosa, con una renovación bien ejecutada a cargo de Arquimática, el grupo de autores ganador del concurso, que ha sacado lustre y devuelto esplendor al gran edificio diseñado en su día por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi como sede para la Sociedad de Correos y Telégrafos de España.
Claro, que entiendo también las quejas de la oposición al asegurar que esta rehabilitación supone un gasto "innecesario y suntuoso" que no era prioritario para las necesidades de los madrileños. En las actuales circunstancias económicas, trasladar la sede de la Alcaldía a Cibeles, además de la Vicealcaldía y los departamentos de Las Artes y Seguridad y Movilidad es un riesgo que las maltrechas arcas municipales difícilmente pueden soportar. Cómo será la cosa que hasta la propia Esperanza Aguirre, tan poco comedida a la hora de meter el dedo en el ojo de su amigo Gallardón, siempre que no sea época electoral, llegó a calificar la reforma de "obrón" además de criticar tal dispendio.
Apostar por Cibeles supone, sin duda, recortar inversiones, tan necesarias o más que ésta, en una ciudad con graves carencias en materia, por ejemplo, de equipamientos sociales, deportivos y culturales. Es cierto que Madrid gana, y gana para siempre, un nuevo e innovador espacio cultural, bautizado con el redundante nombre de CentroCentro en pleno "Paseo del Arte".
A todo el mundo le gusta lo bueno, qué duda cabe. La cuestión es si los madrileños, sus hijos y nietos, que son al fin y al cabo los que pagaran la obra durante años, se lo pueden permitir. Ojalá que la deuda no nos amargue la fiesta y no acabe empañeciendo el brillo del nuevo icono de Madrid.

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