Revista Libros
Te prometo que sólo pensaré en ti.
A veces, no hace falta nada más: una mirada, cuatro ojos centelleantes bajo las pestañas, y las palabras sobran. Una amistad firme y sincera, inamovible, férrea, no ha de forjarse durante años, necesariamente. A veces algo imperceptible, pequeño, ese brillo en la mirada, basta.
(...) Me parece que estás tan cerca que podría tocarte, pero no me atrevo. Me parece que me miras cuando estoy acostada en la oscuridad. (...) No hay nadie más. Mientras estés fuera, nunca olvidaré lo que he prometido.
Además de a la amistad, "El palacio de hielo" es un canto a la naturaleza, al bosque y al lago nevados, y al hielo: el escenario perfecto para una historia con el vacío y la pérdida como protagonistas. Posee un lirismo y una sensibilidad abrumadores, que evocan continuamente a la literatura oriental (a pesar de ser su autor noruego). Como muestra, una joya en forma de poema (único en toda la novela) cuyos últimos versos asemejan a un haiku japonés:
Sueño sobre puentes nevados
La nieve cae ahora con mayor intensidad,La manga blanca de tu abrigo se vuelve blanca.La manga de mi abrigo se vuelve blanca.Están entre nosotras comopuentes nevados.
Pero los puentes nevados están helados.Aquí dentro hay vida y calor.Debajo de la nieve tu brazo cálidoes un dulce peso sobre el mío.
Nieva sin cesarsobre puentes silenciosos.Puentes que nadie conoce.