Revista Libros
Juan Carlos Zapata nació en el llano, así que desde la infancia supo lo que era un amanecer en aquellas largas extensiones de tierra; cuál era la fauna que recibía al sol naciente, como al poniente, frente a los ojos curiosos de un niño que de seguro todo lo preguntaba. Pero amén de esto, aquel futuro escritor bebió del discurso propio del llano, ese que asusta y espanta, y que construye una imaginería que pasa de boca en boca a través de los cuentos narrados por los más viejos, los mismos que de seguro alimentaron sus miedos y emociones desde la inocencia.
Esa es la voz que hallamos en El palacio del llano cumple cien años. Una voz que suena a cuento, a grata tertulia con un amigo que quiere entretenerte con sus ocurrencias, pero con la destreza de un periodista que sabe por dónde escudriñar para envolverte. Así hace Zapata desde una narrativa pulida, con la clara ambición de mantener su nombre dentro de la producción literaria nacional. Salvando la diferencia temática que representa esta reciente producción con respecto a Doña Bárbara con Kalashnikov, también de su autoría, está más que claro que desde hace tiempo el autor venía macerando una suerte de homenaje a Rómulo Gallegos y especialmente a su obra más celebrada: Doña Bárbara.
Aquí la voz en primera persona nos acerca a una historia que retrocede en el tiempo, 1921 para ser exacto, cuando San Fernando de Apure era “el segundo puerto fluvial de país”. En más de una ocasión nos preguntamos quién narra, esa voz implícita o el propio autor. Allí el borderline del que tanto se habla en literatura, ese que delimita la ficción y la realidad para beneplácito y sana inquietud en los lectores. La investidura periodística de Zapata se evidencia, y deja en claro, que tras toda la historia hubo mucha investigación: “En las fuentes que revisé, destacan las expectativas en torno al viaje”, dice.
El tema de la locura también está presente en la obra y podemos asistir a una amena conversación entre madre e hijo que en más de una ocasión te saca una sonrisa; seremos testigos del lucrativo negocio de las plumas de garza (“el oro blanco de Apure”); del viaje de Gallegos y la ruta seguida hacia el llano, ese “prodigio” que dio origen a Doña Bárbara. También a las anécdotas y a los misterios de pueblo; a la monumental construcción de un palacio imponente en medio del llano y al ejemplo perfecto de la oralidad como fuente y recurso discursivo que hace de El palacio del llano cumple cien años,un texto memorable, cuya estructura, además, cuarenta y tres capítulos que parecen pequeños relatos, hacen de la lectura un trayecto placentero.
Juan Carlos Zapata distribuye muy bien el anecdotario y las vivencias de personajes como los Barbarito (“Los amos de Apure”) a lo largo de la obra; hace una breve mirada a hombres que forman parte de la historia venezolana como lo son Juan Vicente Gómez, Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez, así como a la mujer que inspiró a Gallegos para crear a Doña Bárbara, entre otros. Abarca décadas de historia como depositaria de toda una tradición que se empalma con lo literario. En El palacio del llano cumple cien años, todo es descrito con delicada minuciosidad.