En "Bambini" no será uno, sino un grupo de chicos, los que filmará Raffaele Andreassi, anónimos protagonistas de este cortometraje que se ha difundido tan poco que complementa fantasmagóricamente ese recuerdo.
Rodaje de "I lupi dentro"
Qué pena que se mencione tan pocas veces el nombre de Andreassi y casi siempre se haga por su muy mediocre y frío largometraje "Flashback", quedando como menores y "preparativas" sus obras breves, donde se encuentra lo mejor de su cine, como este sublime "Bambini", que es digno del mejor Kiarostami o de Forough Farrokhzad u otras miniaturas tan misteriosas y originales como las que dedicó a pintores como Antonio Ligabue - "Antonio Ligabue, pittore" -, Amedeo Ruggiero - "Autoritratto" - o Giorgio de Chirico - "Agnese" -, filmadas entre el 58 y el 65.Se murió Andreassi en 2009, casi diez después de completar "el film de su vida"- tres horas tras los pasos de un pintor vagabundo como Ligabue por el margen más desastrado del Río Po y el país que una vez fue, "I lupi dentro", tristemente inaccesible - y ni los esporádicos revivals sobre los grandes documentalistas transalpinos lo reponen al lugar que merece. No es fácil saber el por qué de ese olvido precisamente en una cinematografía que cuenta con quizá el mejor abanico de directores interesados permanentemente o en alguna fase de sus carreras por la "no ficción": del primer Vancini a de Seta, de Emmer a Piavoli, de Rossellini a Olmi, de Baldi a Mingozzi, de Antonioni a Visconti, de Pasolini a Cima, sin olvidar a Questi, Taffarel, Amico, de Santis, de Robertis... allí menos que en ninguna otra parte debiera haber contado que, por ejemplo "Bambini", sea exactamente lo contrario de lo esperable.
Desde la rica Toscana de "I figli..." hacia la modesta y meridional Puglia, del noble mármol de Carrara hasta la plebeya piedra, parecían marcadas las cartas para que el film fuese un descenso a la realidad y la dureza, una ocasión para contagiar desazón y denunciar la vergüenza.
Pero Andreassi no tenía por qué renunciar a la belleza, la elegancia y la ligereza y no lo hace. La música y los etéreos travellings acompañan gestos muy poco extraordinarios, repetitivos, sin historia, con ese mimo perdido que si pudiese confortaría y con esa mirada generosa que si pudiese se haría también inconsciente, no se quejaría, se alegraría de lo que encontrase. Algo bastante indescriptible y eterno, entre Shimizu y Rouch, alumbra la opción de no registrar sus conversaciones mientras habla Andreassi y les acompaña y se levanta con ellos y se mueve con ellos y se ensucia con ellos y se alegra con ellos.