Revista Cine
Creo firmemente que esta apoplejía (inmovilismo) social que padecemos desde hace una década no se podría sostener (en parte) sin que el sistema de dominación al que estamos adheridos no nos mantuviera constantemente en un estado de letargo debido a los narcóticos espirituales que nos ofrecen a través de Internet; como la música, el cine o los videojuegos entre otros entretenimientos y diversiones.
Internet funciona como el gran panóptico universal donde todos somos inspeccionados de forma permanente. La vigilancia constituye la auto-vigilancia. El gran invento del siglo y quizá de todos los tiempos se funda en el control y la manipulación de la conducta. La conjunción individuo-máquina adquiere otra dimensión con Internet y abre una vía para un nuevo entendimiento de la vida en el hombre moderno. Internet hace del hombre un ser predecible al adquirir atributos de la máquina. El hombre se parece cada vez más a la máquina.
La interacción permanente con la máquina nos hace dependientes de ésta. Pasamos a ser sus esclavos. Las formas de evasión debidas a la monotonía y al aburrimiento inducidos (por el sistema) y auto-inducidos son cada vez más, canalizadas por el entretenimiento e Internet. El indivduo está cansado de la sociedad y ésta de aquel. El nivel de tolerancia cada vez es menor, es decir, a medida que pasa el tiempo se nos hace más difícil soportarnos. Internet ofrece una vía aséptica en la que estamos a gusto con nosotros mismos.
El incremento del paro provoca todo tipo de estados patológicos, desde neurósis hasta depresión que deben ser tratados o con fármacos (drogas legales) o con otro tipo de substancias que equilibren nuestro estado emocional.
La Red actúa también como una droga que nos proporciona estabilidad, por lo tanto nos acaba sumergiendo en un estado catatónico de díficil solución si no hay más interacción con el prójimo. La cura debería ser la relación, pero una relación sana en toda su dimensión.