El pantano de Aguilar, terminado en 1963, el que embalsa más agua de toda la provincia, cambió para siempre el destino de esta zona. Las obras se prolongaron durante diez años y el largo proceso de las expropiaciones finalizó en 1979 con el pago de los últimos terrenos de Renedo de Zalima.
Desaparecieron bajo las aguas cuatro localidades: Cenera de Zalima, Villanueva del Río, Frontada y Quintanilla de la Berzosa.
Cenera entonces era ayuntamiento al que pertenecían las pedanías de Matamorisca, Corvio, Matalbaniega y Villanueva del Río. Su fundación se remonta al siglo XII, donde se localizan documentos relacionados con la Bula Pontificia concedida por Honorio III y donde se menciona al rey Alfonso VIII.
Contaba con tres barrios y 200 vecinos que vivían en su mayoría de la agricultura y ganadería. Algunos ya trabajaban en las fábricas de galletas de Aguilar y el pueblo tenía herrero, albañil y molinero, además de algunas tiendas y un edificio conocido como La Venta, donde iban a divertirse los más jóvenes. La portada de su iglesia se trasladó al castillo de Monzón de Campos, donde se conserva actualmente.
Otro tanto ocurrió con Villanueva del Río, cuya iglesia románica de San Juan Bautista fue desmontada y llevada piedra a piedra hasta el corazón del Parque Huerta de Guadián en la capital. El puente medieval, levantado entre los siglos XIII y XIV, se puede ver cuando baja el nivel de las aguas del pantano.
De Frontada y Quintanilla de la Berzosa ya hemos hablado en el capítulo de Aguilar, municipio al que corresponden.
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