Ya sé que este tema retuerce entrañas y acalora espíritus, pero es una cuestión candente que hay que acometer.
El caso de prohibición del uso de un pañuelo que cubre su cabeza a una joven musulmana, en un colegio en Pozuelo, ha sido el desencadenante de la polémica.
Me parecen sensatas las palabras del ministro Gabilondo, y coincido con él. Lo primero es el derecho a la educación, y además debemos ser tolerantes con quienes son diferentes, siempre que no nos prive de nuestros principios cívicos.
Es cierto que en muchos países musulmanes son intolerantes y excluyen a los demás. Y aunque no se puede generalizar, es verdad que es así. Pero preguntémonos si queremos volver al “ojo por ojo y…” Ahora resulta que como Afganistán, Sudán, Arabia Saudita o Irán, entre otros países, prohiben y limitan costumbres occidentales, deberíamos hacer lo mismo. Me parece un argumente pobre, vengativo y que aporta poco. Si de verdad queremos ser un referente moral, deberíamos empezar por ser más tolerantes y más razonables con lo que representa las diferencias culturales. La ley del Talión no es propia de un país que se llama civilizado.Entiendo que un pañuelo en la clase no debería provocar rechazo, entra dentro de la esfera de los privado. Otra cuestión sería que hubiera algún símbolo religioso dentro de lo público.
Ser laico no significa ser antirreligioso, simplemente significa no ser religioso. Y eso quiere decir respetar las creencias de los demás, pero no admitirlas como representación institucional pública y/o pagadas u organizadas con recursos públicos.
Preocupémonos de ayudar a las mujeres musulmanas y ayudarlas a conseguir sus derechos como seres humanos y que elijan en libertad. Siempre que la decisión sea libre no entiendo porque deberíamos prohibir nada.
Doña Espe-rancia, como buena libegal –ya saben ustedes: aquellos que se llenan la boca de “libertad” y luego pretenden imponer sus valores"-- ya se ha pronunciado al respecto: “Tenemos nuestra opinión que es que no se deje llevar la cabeza cubierta dentro de los centros educativos”
Yo le preguntaría a la lideresa qué piensa de la vestimenta de las monjas profesoras en los colegios concertados religiosos, que funcionan gracias a los recursos públicos. Y es que tampoco podemos aplicar la ley del embudo. Salvo naturalmente que como la condesa-consorte pensemos que nuestras ideas son las únicas verdaderas. Además, esta actitud está forjando una heroína viva, y creando en la sociedad inquina y enfrentamientos que se deberían evitar.
Salud y República