Las fiestas navideñas son propicias para hablar de la religión, que siempre está de moda, y especialmente del nuevo Pastor de la Iglesia Católica, que parece tener mucha gramática parda. Interrogado sobre el marxismo, responde que no es su ideología (obviamente), pero que no le importaría que lo calificasen de marxista, lo que sitúa sus postulados dentro de una realidad social próxima a esta ideología. Cierto es que Jesús pudo ser el primer marxista de la historia, pero desde ese buenismo que permite dar a Dios solo lo que es de Dios, dejando al César en paz, y después su Iglesia se confundió entre la crueldad del medievo y el ansia de poder político y social posterior, pasando de ser la institución pobre que predicaba su creador, a administrar a día de hoy el sucesor de San Pedro, uno de los bancos más importantes del mundo. Esta dualidad cristiana, a la que hacíamos referencia en fechas recientes, resulta difícil de asimilar para los fieles: ¿Como puede compaginarse la gestión del Vaticano y su inmensa riqueza, con quienes entregan su vida para educar y salvar la vida a tantas personas en el tercer mundo?¿Como entender que confiesan la misma religión quienes pasan su vida enseñando a leer y escribir a analfabetos, con pastores del perfil del Sr. Rouco Varela, mucho más entregado a las intrigas políticas que a la obra de Dios?. Esa iglesia, ora de derechas y fascista (cuando defiende el derecho a la vida o la familia tradicional) ora de izquierdas (cuando apuesta por la igualdad, el reparto de bienes y la caridad cristiana) vive, a día de hoy un cisma ideológico para el que la solución es tan simple como sencilla: ¿Cual era la característica de la iglesia de Jesús?: La pobreza. Así que ya saben por donde se puede ir empezando, y este Papa Francisco, parece que lo tiene bastante claro: De momento no le importa que lo califiquen de marxista. Ahí queda eso.