El periodista alemán Peter Seewald publica un libro-entrevista con Benedicto XVI, que muestra la opinión del Papa sobre el preservativo, declaraciones que han causado gran impacto por su novedad y apertura. Al tiempo, aparece la gran novedad de que Ratzinger confiesa que presentará la dimisión si ve que «físicamente, psíquicamente y espiritualmente no estuviera ya en condiciones de desempeñar mi tarea». Ya Juan Pablo II se planteó varias veces su dimisión ante el evidente deterioro de su forma física. De este modo, se adelanta a futuras especulaciones y polémicas.
Benedicto XVI admite en su manifestaciones el uso del preservativo en «casos particularmente decisivos para evitar el contagio del sida, lo que supone una pequeña revolución dentro de la Iglesia; ya fue objeto de grandes críticas el año pasado con ocasión de su viaje apostólico a África, donde no llegó a admitir el recurso a los profilácticos, ni siquiera les reconoció valor en situaciones excepcionales como método para zafarse de la epidemia de sida que abate al continente. Este nuevo giro ha suscitado gran cantidad de reacciones en todo el mundo y ha obligado al Vaticano a asegurar en una nota oficial que las palabras del Pontífice no suponen «un cambio revolucionario» ni «reforman o cambian las enseñanzas de la Iglesia», afirma, que abriendo paso hacia una sexualidad más responsable y más humana, sólo se intenta disminuir el peligro de contagio en un acto de compromiso social; pero, es evidente que esto presenta un giro sustancial. Benedicto XVI hace cuatro años encargó un estudio sobre el uso del condón con la intención de analizar los argumentos para levantar la prohibición eclesial sobre los profilácticos, con esto, expresa su firme voluntad de acercar la Iglesia al mundo real; y prueba que es sensible a la opinión pública y que pretende reconciliar, con la Iglesia, los fieles, que pudieran sentirse defraudados, pues es el Pontífice que más duro se ha mostrado a la hora de enfrentarse a los escándalos de pederastia que han salpicado la Iglesia y que han levantado una ola de indignación en medio mundo.
Se critica con gran frecuencia a la Iglesia y al Papa, pero nadie ha quedado indiferente; unos le achacan que estas declaraciones pueden resquebrajar la doctrina de la Iglesia en asuntos de sexualidad y otros, en cambio, querrían un poquito de más contundencia en lo concerniente al apoyo del preservativo. No obstante, en general, la cuestión ha sido bien acogida, tanto, para una mayoría de católicos, como para gentes de otras confesiones, que la han calificado de «un paso significativo y positivo» y se felicitan por el cambio «pragmático y realista» de la Iglesia. La izquierda lo tilda de un avance, pero requiere pasos más significativos en aras de la reconciliación.
Este Papa, con fama de guardián de las esencias y considerado en la curia romana como un garante de la ortodoxia, es el que ha acabado abriendo la mano de la Iglesia al uso del preservativo, aunque sea de forma restringida y como mal menor. Lógicamente, es irreal plantear que una institución en la que el dogma y el peso de la tradición son determinantes predique, de un día para otro, lo contrario de lo que ha venido manteniendo.
El anuncio de Benedicto XVI es histórico, un paso en la buena dirección que puede salvar millones de vidas, particularmente en África, y impulsará a muchos ciudadanos, católicos o no, a mirar con ojos más benignos a la Iglesia. Las palabras del Papa, «reflejan su conciencia y comprensión de que el sida es una de las enfermedades más graves del mundo».La flexibilidad del Papa, hoy, habrá sido una buena noticia,
C. Mudarra
Revista Opinión
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