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El Papa y los nazis (III)

Publicado el 12 octubre 2010 por Eugenioolivares
No acabaron ahí las penalidades del joven desertor. Tras escapar de una muerte casi segura, Joseph Ratzinger regresó a casa, pero por poco tiempo. El ejército USA llegó y estableció su comandancia en casa de sus padres. Tras identificarle como soldado, le hicieron vestir un uniforme y se lo llevaron preso: “allí caí prisionero y me trasladaron a un campo de prisioneros americano en Ulm, con otros 40.000 o 50.000 soldados.” Las últimas unidades alemanas se apresuraban a rendirse a los ingleses o americanos; bien sabían que el trato que recibirían de éstos siempre sería mejor que el que les daría el Ejército Rojo. Por este motivo, la intendencia americana se encontró con un problema de difícil solución: ¿qué hacer con tanto prisionero de guerra?

El Papa y los nazis (III)

Vista aérea de Rheinwiesen, campo americano de prisioneros alemanes

En una columna interminable, los prisioneros alemanes caminaron durante tres días hasta el eródromo de Bad Aibling (Baviera). La mayoría pertenecía al Cuerpo de Ejércitos Sur, que había combatido en Italia; tambvién estaban los soldados capturados en Baviera, como Ratzinger. “Los soldados americanos” –cuenta el Cardenal- “nos fotografiaban a nosotros, los jóvenes sobre todo, para llevarse a casa souvenirs de un ejército derrotado y de sus desolados efectivos”.

El Papa y los nazis (III)

Jóvenes alemanes presos açen Bad Aibling

El Cardenal prosigue su narración: “Nos hallábamos en el campo de aviación de [Bad] Aibling, Durante las seis semanas que permanecí en aquel campo de prisioneros dormíamos todos al aire libre y en el suelo, cosa nada divertida. Los americanos no pudieron instalar suficientes barracones ni ningún tipo de alojamiento para tantos prisioneros. Como no teníamos calendario ni nada semejante se nos ocurrían muchas cosas para contabilizar los días y tener noción del tiempo que iba pasando. Tampoco recibíamos noticias. De pronto, un día -era el 8 de mayo- nos dimos cuenta de que los americanos, que solían utilizar artillería ligera, habían cambiado a la munición pesada, y estaban disparando frenéticamente. Nos llegaron rumores de que la guerra estaba llegando a su fin. Alemania se había rendido. Todos suspiramos aliviados con la esperanza de que pronto nos pondrían en libertad y ya no nos podría pasar nada más. Pero, enseguida supimos -por nuevos rumores- que no debíamos alegrarnos tan rápidamente, porque los americanos pensaban seguir haciendo la guerra a Rusia y, muy probablemente, nos enviarían a combatir contra los rusos; iban a armarnos de nuevo para salir hacia el frente. Yo no me podía creer que aquel respiro acabara tan pronto, no podía ni pensar en ello. Me alegraba tanto de que la guerra hubiera terminado que sólo pensaba ‘ojalá que ahora esto no dure tanto'". 

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Prisioneros alemanes en campo americano


Por fin, el 19 de junio de 1945, fui puesto en libertad. Un camion de leche le llevó a casa. Sin embargo, y pese a la alegría de sus padres, “algo faltaba. Desde principios de abril, no habían tenido noticias de Georg [su hermano]”. 

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Georg Ratzinger, foto de la tarjeta conmemorativa de su primera Misa (1951)

 A mediados de julio, éste regresó ileso. Se sentó al piano y empezó a aporrearlo, mientras entonaba el himno “Grosser Gott, wir loben Dich” (“Dios Todopoderoso, te alabamos”. La guerra había terminado para los Ratzinger: “Los siguientes meses de libertad recuperada, que él había a prendido a valorar tanto, pertenecen a los más felices de mi vida”. Este es el “sombrío” pasado del Papa Benedicto XVI. En todo caso, quienes –a falta de indicios que acusen al Pontífice- quieran calumniarlo, siempre pueden trucar alguna foto. No, no es broma; esto he encontrado en la web.

El Papa y los nazis (III)

Ratzinger, ¿sacerdote y saludando al estilo nazi?

El Papa y los nazis (III)

En absoluto. Un trucaje de una foto del día de su ordenación (1951)

En fin, como dice el aforismo castellano: Calumnia, que algo queda.

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