Juan Martorano.
El título del presente artículo lo tomo de una nota escrita del diario El Nacional de fecha 27 de agosto de 1983, como una información importante ubicada en el cuerpo C página 7 del referido diario y en esa fecha.Se señala en dicha nota que los cambios en el orden de la economía nacional han tenido fuertes incidencias en los hábitos alimentarios de los venezolanos (y venezolanas, diríamos hoy en día), y por supuesto, con sus consecuencias en la salud del nativo, que si antes consumía frutas criollas, arepas, el queso y el papelón, debió pasarse a la salchicha, el espaguetti, los embutidos, hamburguesas y pizzas.
Es común que en el marco de las agresiones económicas que se viven en nuestro país, algunas personas, producto de la neurotización de nuestra sociedad señalen: “Estoy más delgado (o delgada), gracias a la dieta de Maduro”. Cuando en dado caso, sería la dieta de Mendoza o de los empresarios privados, que han actuado como mercenarios o verdaderos criminales de guerra en el marco de la Guerra Económica.
La nota de la que hago mención en este artículo, fue basada en la tesis “Empresas Transnacionales y hábitos alimentarios del venezolano”, la cual puede encontrarse en la Escuela de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV), realizada por Damarys Castillo, quien es mi madre, y Amanda Villarraga Eslava.
Destaco este trabajo de investigación por el cual tanto mi madre como Amanda recibieron sus títulos de licenciadas en Trabajo Social, ya que ambas investigaron sobre este interesantísimo tema y que para el momento no se conocía sobre el mismo otro paralelo que hable sobre los detalles y se ubicara históricamente, además de contextualizarlo a lo largo de las distintas etapas de cada proceso. Este trabajo constituyo y constituye una buena pista para trabajos en este campo de mayor profundidad.
De la lectura de ese trabajo de investigación, hay que destacar el abordaje del problema económico nacional, el tema de la desnutrición, la debilidad de los gobiernos de entonces frente a las tentaciones de las naciones que no tuvieron otro objetivo que sacar provecho de la riqueza nacional; de la incapacidad para habernos desarrollado económicamente, para haber contado al paso de todos estos años con cierto “desarrollo tecnológico” y con la gran mentira de un surgimiento y evolución industrial, que no fue otra cosa que el ensamblaje de productos, los cuales fueron presentados con la frase “hecho en Venezuela”.
Las dos investigadoras del referido trabajo al que hago mención llegaron a determinar cómo las grandes transnacionales en nuestro país, a través del control y la dependencia en el área de la agricultura y de los alimentos, han logrado progresivamente deformar nuestros hábitos alimentarios.
Relatan que, en el siglo 19, teníamos hábitos alimentarios provenientes de una economía nacional. Era la resultante de una coexistencia de colonizadores europeos, migraciones forzosas de negros africanos y pobladores autóctonos, “lo cual condicionó un intenso proceso de mestizaje étnico cultural”, que dio origen a lo que llamamos hoy platos criollos: el pabellón, las hallacas, las cachapas, el casabe, sancocho, arepas…
Pero, al terminar la Segunda Guerra Mundial, inmigrantes europeos que hicieron vida en Venezuela, empezaron a suplantar los platos populares producto de nuestra identidad nacional por los espaguettis, pizzas, bacalao, paella, callos, manzanas, peras, uvas, melocotones y fresas.
Antes, en las décadas del 30 al 50 del siglo pasado, con el incipiente desarrollo industrial se imponen los productos lácteos, semillas, oleaginosas, alimentos refrigerados, conservas de carnes, industrias de harinas.
En 1950 comenzó con mayor auge la política de envases de alimentos y ensamblaje de bienes de consumo “obedeciendo a una nueva modalidad de importaciones que permite el establecimiento legal en el país de los monopolios extranjeros, encubriendo bajo el lema hecho en Venezuela las nuevas relaciones de dependencia implantadas por el polo hegemónico”, que llega a dominar el mercado interno, el suministro, lo tecnológico y lo comercial, y por supuesto, lo más importante, al ser humano, al hombre y la mujer consumidor y consumidora.
En 1958, con la “nueva democracia”, se impusieron medidas de protección que permitieron a los Estados Unidos intervenir en el surgimiento de muchas industrias “nacionales” en Venezuela. Las mismas se ocuparon de ensamblajes, empaquetajes o la combinación de productos semi elaborados que los presentaron como productos nacionales. Entre esos productos cabe citar las conservas de pescado, salsas de tomates, crema de leche, pastas, jamones, legumbres conservadas, sopas, salsas, confiterías, bebidas alcohólicas…
Esto contribuyó de manera importante en l deformación de los hábitos alimentarios de las venezolanas y los venezolanos, que se consolido en 1960, cuando se manipulo el control de la agricultura nacional para favorecer a los monopolios extranjeros. Tenemos productos como el arroz, papelón, leche fresca, frutas nacionales, arepas, guarapos, que fueron desplazados por los productos industriales.
Otro factor que contribuyó a la deformación, tiene que ver con el poco desarrollo de la industria de alimentos en nuestro país, lo que nos obligó a depender de las importaciones para abastecer nuestra demanda nacional. Con ello se favorecieron a las transnacionales, que dominaron y en buena medida aún dominan nuestra economía con los pollos industrializados, enlatados, harinas precocidas, espagueti, jugos artificiales, perro caliente, pizza.
La deformación, concluyeron las dos investigadoras, fue reforzada con el tema de la propaganda comercial, que tampoco el Estado supo controlar, y en consecuencia, el venezolano y la venezolana se le enseño el “modelo de vida norteamericano” y de vez en cuando, “el modo de vida europeo”.
Espero poder referirme, más adelante, de algunos datos de esa interesantísima tesis.
Pero creo que en la misma, a 33 años de su realización, esta tan vigente, porque no solo nos permitiría entender la agresión no solo económica, sino alimentaria que estamos viviendo, pero que tomando sus elementos positivos, pudiera ser aprovechada esta situación por el Gobierno y la Revolución Bolivariana, para que adoptemos en Venezuela patrones de consumo que redunden de manera importante en la preservación de la salud de nuestro pueblo.
¡Bolívar y Chávez viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos! Abogado, Activista por los Derechos Humanos, Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s Socialistas (RENTSOC).
[email protected] @juanmartorano