Las pequeñas hechuras de "Return of the Texan", su resignado destino analógico a la eterna espera de una restauración que no llega ni llegará mientras se sigan salvando a las películas por lo que significaron o por los laureles que les fueron arrebatados - a nadie le interesa ganar batallas perdidas, solo apuntarse tantos olvidados -, le confieren una intimidad que sería necesaria preservar si no fuera porque acaba resultando contraproducente. Quienes se acerquen a verla, huérfanos de referencias, enseguida renegarán de ese carácter casi privado que tiene ahora su contemplación cuando se sobresalten con cuatro o cinco escenas quizá más que deslumbrantes, entrevistas dentro de lo que parece un rutinario argumento y les costará entender por qué esta obra de Delmer Daves no superó la prueba del tiempo y languidece entre los films poco memorables de 1952.Se trata, por descontado, de una rareza, como todos los grandes films de los años 50, como nueve de cada diez pilares del clasicismo. Uno de tantos film de esa época inteligentes y maduros, ligeros y modestos.
No es un western, pero todo cuanto sucede pertenece a su territorio, incluso su título, con regusto a serial antiguo de Tom Mix o de cualquiera de aquellos vaqueros naives del cine mudo. No es tampoco un melodrama, pese a que acumula en ochenta y pocos minutos suficientes conflictos encadenados y superpuestos para haber podido bailar a ese son, pero no le interesa poner el acento en los resortes que conducen a los precipicios de la historia, sino los que buscan el equilibrio y la paz.
Quizá se trate de una comedia dramática y digo comedia sin ser tan divertida, comedia en cuanto a puesta en escena regocijante
tanto de alegrías como de amenazas, sin distinguirlas por cómo llegan
sino por cómo se encajan. Qué otra cosa puede ser una película que anda al paso de Walter Brennan, ese actor del que es casi imposible entender una palabra de cuanto dice y que decía todo meridianamente claro con el gesto y la sombra torcida de su cuerpo. En el último rollo del film, sin contraplano, sentado en un tronco del bosque, convocará a todos los Walter Brennan que antes hubo y los que vendrán y protagonizará una escena memorable, cósmica si se puede llamar Cosmos también a ese cielo de Texas que mira por última vez. Es "Return of the Texan" probablemente la más cercana a Henry King de las películas que dirigió Delmer Daves y no por ser algo así como la sublimación de la Americana que suele atribuírsele con pocas pruebas, más bien por lo contrario, porque decanta buena parte de los asuntos domésticos más queridos por tantos grandes y pequeños cultivadores que en el cine han sido de las crónicas aventureras que llegan tras la conquista de la nación y que no terminan hasta que se completa la integración de combatientes de vuelta de la Segunda Guerra Mundial.
Ese me parece fue el auténtico interés del maestro cuando plantó la cámara en los pequeños pueblos de su país, no ejercitarse en un provechoso e inofensivo folclore y como sucedía en sus películas, aquí tampoco faltan a la cita la tragedia, el humor, la música, la denodada pelea contra la injusticia, la no menos dura convivencia en una sociedad que se estructura como todas, en torno al dinero, la nostalgia,la política y por supuesto el amor.
Esto último casi por pura lógica y es que una Ann Marshall le gustaría haber encontrado alguna vez a cualquiera en la vida, suponiendo y es mucho suponer que realmente se anhela lo que se admira, pero solo por este personaje de Joanne Dru - para siempre en la memoria de tantos con la flecha perdida de "Red River" clavada en el brazo - ya vale la pena al menos conceder una oportunidad al film y no dejarlo morir.Desde que su pelo queda enganchado a la hebilla de Sam Crockett (Dale Robertson, nunca tan bien), durante una proyección de, por supuesto, "Broken arrow", divertida autocita de Daves, no hay un solo plano en que pueda uno dejar de mirarla ni palabra puesta en su boca por Dudley Nichols que consiga distraer de lo que con la mirada y la determinación ya comunicaría de todas maneras. Con los hombros, con las caderas, con las manos.Ella sacude cada fotograma en que aparece y recuerda que Delmer Daves no solo fue un reputado escritor, pero algo cristalizó en su cine de lo que recibió a cambio de ese trabajo. En efecto, "Return of the Texan" no es un apéndice de "Pride of the Marines" ni un borrador de "Spencer's mountain" porque la esencia del film toca de lleno ese lado que Daves compartió primero con Frank Borzage y después con Leo McCarey - y que también pudo haber "puesto en común" con Allan Dwan o Jean Renoir con los que es una lástima que no llegara a coincidir - esa nobleza telúrica resistente y rebelde... salvo en los asuntos del corazón.