Repasamos por último en este análisis del Génesis el paraíso y la Caída. Esta idea de una degeneración de la naturaleza humana y de la pérdida de la inocencia no es exclusiva de la tradición judeo- cristiana, sino común a muchas culturas. Para los yoruba o los dogon de África, el hombre había perdido también su contacto con lo divino. En realidad, se trata de arquetipo mitológico, que supone el comienzo del mundo por una edad dorada y el inicio del mal y de la muerte.
Después de crear al hombre Dios plantó un jardín en Edén y puso allí a Adán y Eva. En el jardín había árboles de todos los tipos y en el centro estaba el árbol de la ciencia del bien y el mal. En el medio brotaba un río que se dividía en cuatro brazos: Pisón, Guijón, Tigris y Éufrates.
El Jardín de las Delicias del Bosco, Museo del Prado.
El edén tiene siete puertas. A la última se llega desde la cueva Makpela en Hebrón. Adán la descubrió cuando enterraba el cuerpo de Eva. Quiso seguir cavando para volver a entrar, pero una voz de lo alto le detuvo. En esa cueva también está enterrado el primer hombre, guardando una de las puertas del paraíso. También se dice que desde el Sión se llega al Edén.
El primer mortal después de Adán y Eva en entrar en el paraíso fue Henoc. También se dice que Isaac y Jacob pudieron acceder a él. Pero no dejaron constancia de lo que allí vieron.
Dios permitió que Adán y Eva comieran de todos los árboles, menos del árbol de la ciencia del bien y el mal. La serpiente tentó a Eva y ésta probó el fruto y dio a comer a su pareja. Después de comer se dieron que estaban desnudos y se cubrieron con hojas de higuera. Esto produjo la maldición de Dios y la expulsión del Edén. En este momento aparece el trabajo y el dolor.
Algunos de los elementos de este mito son muy antiguos, a pesar de que su redacción es tardía. En él se puede ver la influencia del poema de Gilgamesh. Ekindu es creado por la diosa sumeria del amor, Aruru. Vive en un principio en armonía con los animales hasta que una sacerdotisa enviada por Gilgamesh le inicia en los misterios del amor. Enkidu se vuelve sabio como un dios, pero pierde la conexión con la naturaleza. Por ello ya no puede vivir con los animales y la sacerdotisa cubre su desnudez y le lleva a la ciudad.
Aruru es considerada la madre de todos los vivientes como Eva. Al igual que Eva entrega a Adán la sabiduría, la sacerdotisa de Aruru hace lo mismo con Enkidu. En ambos caso el hombre pierde la inocencia inicial y su armonía con la naturaleza.
Esta imagen muestra a Gilgamesh y a Enkidu. Éste es representado con rasgos animales.
Esto se debe a su vinculo con la naturaleza. Enkidu es el hombre natural.
También hay relación entre la descripción del paraíso hebreo y el lugar al que llega Gilgamesh en busca de la inmortalidad. En ambos los árboles dan frutos de piedras preciosas, pertenecientes a Siduri, diosa de la sabiduría. Gilgamesh sigue su camino hasta hallar a Utnapishtim, el Noé sumerio, que le indica donde encontrar la planta de la inmortalidad. Posteriormente la serpiente le robara esta planta. De esta forma pierde la oportunidad de vivir eternamente.
Otra fuente de este relato es un mito acadio. Adapta, hijo de Ea y dios babilonio de la sabiduría, fue atacado mientras pescaba por un ave, ala que le rompió un ala. Esta ave resultó ser el viento del sur. Ea llamó a su hijo para que le explicara su violencia y para advertirle de que Anu, rey del cielo, estaba disgustado. Le dijo que Anu y los dioses le iban a ofrecer la comida y la bebida de la muerte, la cual debía rechazar. Pero Anu se enteró de esta revelación y le ofreció la comida y la bebida de la vida. Adapa rechazó los alimentos y tuvo que irse a la tierra como mortal. La advertencia de Ea recuerda a la de la serpiente.
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La caída de Lucifer.
Lucifer o Luzbel, hijo de la Aurora, era el ángel favorito de Dios hasta que el orgullo le trastocó el juicio. “Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono y me sentaré en el monte de la Reunión, en el extremo norte” (Isaías 14, 12- 15).
Se le reconoce como la estrella Venus, el único astro que osaba rivalizar con el Sol. De ahí que se le llamara Helel ben Shahar (estrella del alba). Se ha relacionado este mito con otro griego, donde Faetonte muere abrasado siguiendo el carro de su padre Helio. La unión de los dos relatos no resulta tan extraña, ya que se considera que ambos tienen un origen común, Babilonia.
Estatua del ángel caído en el Retiro, Madrid.
En el salmo 139, 9 aparece Shahar (Aurora) como divinidad alada. La mitología ugarítica consideraba a Shahar o Baal hijo de El, hermano gemelo de Shalem (perfecto). La montaña del norte a la que pretendía subir Shahar se identifica con Safón, donde se asentaba el trono de Baal. Cuando Baal fue asesinado por Mot, su hermano Anat lo enterró allí.
El Safón como monte sagrado aparece en varias culturas. Para los hititas era Hazzi, desde Teshub, dios de la tempestad, su hermano Tashmishu y su hermana Isthar divisaron al terrible gigante de piedra Ullikummi, que planeaba su destrucción. Según el mito los dioses se lanzaron contra él y le vencieron.
También se vincula a Lucifer con la serpiente del Paraíso, que tentó a Adán y Eva. Aunque se suele decir que fue el ángel Samael, también llamado Satanás. Se cuenta que Samael no quiso adorar a Adán, cuando Dios se lo ordenó por considerarlo inferior a él. Miguel le advirtió que se guárdese de la ira de Dios, pero Samael le respondió que él se alzaría por encima de Dios. Por ello fue expulsado del cielo por Miguel.
Se cree que Samael puede ser una deidad siria llamada Shemal. El título de Satán, el adversario, lo relaciona con Lucifer o Helel. Por otro lado, todos los pueblos de esa zona creía que la oscuridad había existido antes de la luz. Los griegos hablaban de la Madre Noche y los hebreos del Príncipe de la Oscuridad, al que relacionaban con Tohu.
Bibliografía:
Anónimo, Enûma Elish, Ed. Trotta.
Anónimo, Biblia de Jerusalén, ed. Desclée.
Anónimo, El Corán, ed. Austral.
Armour, Robert A, Dioses y mitos del Antiguo Egipto, ed. Alianza.
Eliade, Mircea, Historia de las creencias y las ideas religiosas, ed. Paidos.
Graves, Robert y Patai, Raphael, Los mitos hebreos, ed. Alianza.