Revista Comunicación

El Parasol, una loa a la megalomanía

Publicado el 27 marzo 2011 por Jackdaniels

Grande Carlos Mármol.

“No encuentro mejor metáfora para entender el ceremonial, con banda municipal incluida, que hoy se celebra en la Encarnación. El Parasol, un objeto desmesurado e innecesario, cuyo coste supera con creces sus hipotéticos beneficios, es la muestra de una forma demencial de entender la política. También la evidencia de un desajuste que consiste en confundir la importancia con el tamaño.
Hace tiempo que los datos están sobre la mesa: el coste del proyecto (123 millones de euros) es un 70% superior a lo previsto, ha fagocitado el 40% de los recursos económicos que tenía la ciudad para su desarrollo urbanístico durante la próxima década, ha consumido hasta 65 millones de euros en subvenciones a fondo perdido y provocará un parón en el programa de las futuras infraestructuras públicas de Sevilla.
La obra es el fruto amargo de la desmesura. Se inaugura con cuatro años de retraso sobre el calendario inicial, tras incumplir hasta cinco fechas oficiales de terminación y privatizando (por primera vez en democracia) un espacio urbano público sin contraprestación (política o económica) alguna. También es un largo rosario de mentiras: ni era la única solución para reubicar el mercado de abastos tradicional, que probablemente no sobrevivirá mucho; ni se acometió para salvar los restos arqueológicos (una parte de ellos se perdieron al cimentar el edificio), ni es un ejemplo de gestión arquitectónica. Tampoco es un espacio ciudadano. Sencillamente es un centro comercial. Nada más.
El Parasol se inició sin proyecto de ejecución y, durante casi tres años, el gobierno local ocultó que desconocía cómo construirlo, obsesionado con buscar en secreto una solución (que ha multiplicado su coste hasta el infinito) que resultó ser imposible porque su cimentación era incapaz de soportar el peso de la cubierta. Su terminación sólo ha sido posible reduciéndola, saltándose la ley (como puso de manifiesto el Consejo Consultivo) y exclusivamente por decisión unipersonal del regidor.
Probablemente haya quien piense (Monteseirín entre ellos) que todos estos hechos -objetivos- quedarán diluidos con el paso del tiempo. Que el esplendor de la inauguración se llevará las alargadas sombras de las setas. Que todo el mundo caerá rendido ante su hipnótica visión. Es una forma de ver las cosas. Sevilla, teniendo tanto pasado, es por lo general una ciudad sin memoria. Sin herencia fértil. Puede ocurrir. Aunque es difícil de creer.”

El resto en “Parasol triunfal, final del imperio”.


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