Revista Sociedad

El paro y los bancos alimentan la frustración de los españoles

Publicado el 28 julio 2012 por Rocastrillo @roabremeloya

DEL PARO, LOS BANCOS Y LA FRUSTRACIÓN

 

El drama humano de 1.737.600 hogares españoles con todos sus miembros en paro.

España se levantó ayer con un nuevo mazazo: el número de parados aumentó en 53.500 personas entre los meses de abril y junio, época tradicionalmente propicia para la creación de empleo debido a la demanda del sector turístico. Los datos facilitados por la Encuesta de Población Activa (EPA), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, indican que el desempleo afecta ya a 5.693.100 personas, el 24,63% de la población activa. Funestas cifras que sitúan a España como el país con mayor porcentaje de desempleados de los 27 que conforman la Unión Europea, cuya media está en el 10,3% y aumenta hasta el 11,1% en la zona euro.

  

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    Detrás de la frialdad de números, porcentajes y estadísticas se esconde el drama humano que supone el hecho de que 1.737.600 hogares españoles tengan a todos sus miembros en paro. Familias que se despiertan cada mañana mirando el rostro cruel de la miseria y sintiendo el dolor de no alcanzar a cubrir sus necesidades básicas. 2,2 millones de niños viven en la pobreza en España, según un estudio reciente de UNICEF. Muchos de ellos han perdido, incluso, el hogar en el que nacieron. Sus padres se han quedado en el paro, se han visto obligados a dejar de pagar la hipoteca y, por supuesto, el banco usurero de turno no ha dudado en ponerlos en la calle.

   Bancos gobernados por ladrones y desalmados a los que ahora, paradójicamente, tenemos que ayudar entre todos. Hasta 100.000 millones de euros va a prestar la Unión Europea al Estado español para rescatar a los bancos. Pero no hay rescate para la infancia empobrecida ni para las familias desempleadas y desesperadas, con quienes sí se contará para pagar el crédito. No debemos olvidar nunca que el dinero se otorga a los bancos, pero es el Estado     -es decir, todos los españoles- quién se compromete a devolverlo.

    Ninguna de las medidas puestas en marcha por el Gobierno de Mariano Rajoy han servido, hasta la fecha, para crear empleo. Ni la reforma laboral, ni los recortes al Estado del Bienestar ni el aumento del IVA han propiciado que los ciudadanos de este país podamos ver la luz al final del túnel. La situación dista mucho de mejorar. Más bien al contrario: empeora cada día que pasa. Incluso en verano aumenta el número de parados. Y para los que tienen empleo se incrementan también la precariedad y las malas condiciones laborales. Cada vez son más los trabajadores que se ven obligados a aguantar jornadas interminables a cambio de salarios de miseria, porque una mínima protesta supone una carta de despido. Ni siquiera se salvan los funcionarios, que consiguieron con gran esfuerzo un puesto para toda la vida y ahora sufren reducciones salariales y aumento del número de horas de trabajo.

    Las calles de Madrid están que hierven y La Puerta del Sol, centro neurálgico de la capital de España, lleva varios meses convertida en perenne manifestódromo. La protesta es lo único que queda a tantos ciudadanos desesperados; a tantas personas que han perdido todo y solo les queda el miedo; y a tantos padres de familia que sufren cada día la impotencia de no poder alimentar a sus hijos. Mientras el Gobierno recorta, la gente se agolpa en Sol. Para dar cuatro voces. Para desahogarse. Para sentir que no están solos; que se tienen unos a otros.

    La solidaridad, sobre todo de las familias, se ha activado en España con el agravamiento de la crisis. Se multiplican los casos de abuelos que estiran su pensión al máximo para ayudar a hijos y nietos; o de hermanos que están trabajando y entregan parte de su salario a quienes no lo están. Tampoco debemos olvidar la labor de las ONGs. Muchas se han visto obligadas a suspender programas de ayuda en el mundo en desarrollo para ayudar en casa. Ha aumentado el número y la capacidad de los comedores sociales. Para cientos de familias, se trata de lo único que las separa del hambre.

   Hoy, los abuelos que vivieron las miserias de la guerra civil y la posguerra españolas contemplan el presente como si se tratara de una mala pesadilla. Los fantasmas de la pobreza y de la emigración vuelven para oscurecer el final de sus vidas. El hambre y la despedida. Hijos que se marchan al extranjero en busca de un futuro digno que no pueden encontrar aquí. Rostros a los que, con toda probabilidad, no volverán a ver en el tiempo que les queda en este mundo.

    La Historia nos ha enseñado que las revoluciones no solucionan los problemas que las crearon, pero también nos recuerda que conforman la única esperanza de los seres humanos que pasan hambre...

                                                                            RoCastrillo

 


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