Revista Cultura y Ocio

El parque del fotógrafo

Por Ricardofernandez
El parque del fotógrafo
Guardias de Asalto en La Escalerona. Muro de San Lorenzo, en Gijón. Octubre de 1934

En el capítulo de publicaciones interesantes que había leído la semana pasada figuraba ésta que transcribo ahora. Se trata de un artículo firmado por Héctor Blanco y Luis Miguel Piñera, que recientemente publicaba el diario La Nueva España. El texto hace justicia a Constantino Suárez, reconocido e injustamente olvidado fotógrafo gijonés, que hizo la revolución y la guerra con su cámara, y nos dejó un valioso testimonio de aquellos años de plomo a los que siguió luego la larga noche de piedra.
Con el ánimo de difundir el trabajo de los dos articulistas y honrar al tiempo la memoria de Constantino Suárez, reproduzco más abajo el texto del que hablamos, redactado con ocasión del homenaje que ha tributado la ciudad de Gijón a otro de sus ilustres hijos, cuyo nombre se ha dado a un nuevo parque en el barrio del Coto. Buena lectura, mejor recuerdo y mayor reconocimiento.
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Desde ayer los ciudadanos gijoneses pueden pasear, pueden descansar, pueden meditar en el parque del fotógrafo Constantino Suárez. En El Coto se encuentra ese espacio verde, muy cerca de donde estaba la cárcel del distrito. Desde ayer quedó ya, oficialmente, en el callejero local, el nombre de un gijonés ejemplar que no tuvo honores en vida.
Nació en el año 1899 y murió en 1983, y es justo que ahora se reconozca su labor como verdadero -como casi único- fotoperiodista de la Asturias de la década de 1920, durante la primera mitad de la de 1930 y, especialmente, de la zona republicana durante la Guerra Civil. Constantino Suárez murió en la más completa soledad, sin el reconocimiento que merecía. Autor de una amplísima obra que hoy se conserva en la fototeca del Muséu del Pueblu d'Asturies, fue a partir de 1937 uno de los numerosos vencidos en una ciudad, en un país, donde los que habían defendido la legalidad republicana eran «los malos»; encarcelados muchos (Constantino Suárez pasó años en la cárcel de El Coto), obligados a exiliarse otros, cuando no pasados por las armas tras unos simulacros de juicios.
Suárez sale por última vez de la prisión de El Coto en el año 1957 y debe ganarse la vida como fotógrafo «clandestino», ya que carecía del carné oficial de fotógrafo exigido para trabajar, al haberle sido retirado por las autoridades franquistas como represalia. Sin embargo, fue incrementando su obra fotográfica con imágenes que son, como las que realizó en las décadas anteriores, un ejemplo de memoria colectiva, de compromiso, de amor hacia Asturias y hacia Gijón, y reflejando a ciudadanos que dan la cara. Como siempre hizo Suárez.
Dos factores determinaron la vida profesional y personal de Constantino Suárez: ser un pionero y ser un perdedor. Ninguno de ellos puede olvidarse hoy para entender plenamente su figura.
Profesionalmente, su actividad como fotógrafo tuvo en su momento gran repercusión mediática, siendo un imprescindible en la prensa local gijonesa desde comienzo de los años veinte hasta 1937, y también una presencia anónima pero constante durante las décadas posteriores en las que, sin tan siquiera citar su nombre, sus fotografías fueron continuamente reutilizadas sin su permiso.
Este último factor fue la muestra más evidente de lo que Suárez vivió a partir del 21 de octubre de 1937: el ostracismo personal y profesional más absoluto, incluyendo el expolio de sus derechos de autor, todo ello sin ninguna justificación legal ya que sus únicos «delitos» fueron haber sido un profesional visionario, trabajador y comprometido. Pero mostrar públicamente la realidad de la guerra, especialmente entre la población civil, fue imperdonable para el régimen franquista.
No puede extrañar que los últimos años de Constantino Suárez fuesen esencialmente descorazonadores: solo, presenciando una transición que obviaba la vuelta de la República que él había esperado durante cuarenta años, sumido en la pobreza y en el olvido. Pero ni en esas circunstancias el fotógrafo perdió su dignidad profesional, y así reclamó en vano sus derechos a la par que salvaguardó a toda costa su archivo fotográfico.
Posiblemente nunca sepamos los avatares que corrió la colección de Constantino Suárez para sobrevivir durante más de dos décadas mientras él fue detenido y encarcelado, mientras su casa fue saqueada, mientras su nombre fue obviado en los pies de foto. ¿Dónde se ocultaron aquellas cajas de cartón con casi diez mil negativos?, ¿quién lo ayudó? Son interrogantes que envuelven un auténtico milagro, culminado con su adquisición por el Ayuntamiento de Gijón en 1993, gracias al cual hoy podemos ver gran parte del pasado más significativo de Gijón y de Asturias durante el siglo XX.
Por ello, son justos tanto el reconocimiento como el agradecimiento público, traducidos en la pervivencia de su nombre en un hermoso espacio verde y abierto, muy próximo a ese lugar -gris y cerrado, la desaparecida prisión de El Coto- donde vivió algunos de los peores días de su vida.
La Asociación Profesional de Fotoperiodistas Asturianos, APFA, tiene mucho que ver con este homenaje. Bien lo entienden estos fotógrafos del siglo XXI: Suárez no fue sólo un fotógrafo local, es un fotógrafo global, universal; a la vez testigo y protagonista de su tiempo.
Héctor Blanco y Luis Miguel Piñera. Publicado en el diario La Nueva España el viernes, 10 de junio de 2011
Et si omnes, ego non.

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