EL PÁRROCO DE CANDARAVE, PABLO CUADROS, INFORMA DE LA INSURRECCIÓN DE CATARI Y TÚPAC AMARU
José Gabriel Condorcanqui se sublevó en Tinta, el 4 de noviembre de 1780. Del Altiplano descendieron hacia Tarata alrededor de 1.500 insurgentes acaudillados por Juan Buitrón, que se desplazaron por las alturas del departamento sembrando el pánico entre la población fidelista.
Aparecieron en Candarave, después hacia Curibaya, Ilabaya y Locumba, deteniéndose en Sitana para ganar mayores adeptos a la causa. Por entonces, la cacica Catalina Chuquimia y los indígenas principales del cacicazgo de Ilabaya se mantuvieron al margen de la rebelión.
Los jefes insurrectos Alí y Buitrón con sus huestes iniciaron el retorno por los lugares donde habían pasado, cobraron cupos de guerra y sancionaron a cuantos no manifestaron abierta adhesión al movimiento insurreccional. La población de Tarata fue saqueada por las masas exaltadas; Buitrón resolvió encaminarlas hacia el sur, llegando a Codpa, hoy de Chile, donde sacrificaron al cacique Diego Felipe Cañipa por su actitud desafiante y condenatoria a los insurgentes y a todo el movimiento tupacamarista. El cacique fue torturado cruelmente y murió dando vivas al rey de España.
Se sabe que en la región del Desaguadero se identificó a uno de los parientes de los Lupistaca de Ilabaya como fidelista al régimen colonial por lo que fue duramente castigado. Muchos españoles y criollos huyeron de la región de Ilabaya buscando refugio en Moquegua, Sama y Tacna. Otros se replegaron para atrincherarse en algunos sectores del valle en defensa de sus vidas y los bienes que detentaban. Todo esto sucedió entre los meses de enero o marzo de 1781.
S. O ´Phelan da una doble lista de 26 caciques rebeldes y otros tantos leales a la Corona en su obra Un siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivia. 1700-1783 CBC, Cusco, 1988, p.229. En la misma, no incluye ningún cacique de la demarcación territorial que estudiamos.
Gracias a una carta del párroco de Candarave Pablo Cuadros a su obispo Monseñor Abad Illana por el año 1784 (celosamente custodiada en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, TC-3, Caja 405) conocemos sus pormenores. La publiqué en CUSICANQUI LINARES S.-BENITO RODRÍGUEZ, J.A. Candarave: Memoria y pasión de una provincia andina GRACU, Arequipa, 1996
http://jabenito.blogspot.pe/2013/05/candarave-memoria-identidad-y.html
Informe del cura Pablo Cuadros de Candarave sobre sucesos deinsurrección en su jurisdicción
Muy Ilustre Deán y Cabildo:
El Licenciado Don Pablo Cuadros, cura propio y Vicario de la Doctrina deCandarave, como más haya lugar en derecho, (com)parezco ante V.S. y digo: que en ejecución del superior orden de V. Señoría y deseoso de cumplir conlas obligaciones de mi cargo, tomé la resolución de mi salida y transporte a ladicha mi doctrina y estando ya cerca de ella recibí la noticia por un mozo de micasa de la repentina venida de Catari (monstruo cruel) que acababa de entrar aJuli haciendo destrozos conmoviendo los pueblos y alborotando los lugaresmás retirados y quietos, repartiendo emboscadas de indios por todos loscaminos, términos de mi jurisdicción. Así mismo, comisionados y capitanes atodos los pueblos con orden de exterminar a cuantos españoles o mestizosencontrasen sin excepción de sexos ni edades; igualmente a los caciques eindios que puntualmente no obedeciesen, cuyos mandamientos efectivamentese han cumplido hasta Chucuito, cuya ruina ha sido tan notoria.
Sin embargo de esta noticia, y la antecedente, que tuve de estar ya mis indiosinficionados con el contagio del Rebelde Túpac Amaru, a quien en virtud de sucarta por las Carnestolendas rindieron obediencia y como constituidos yavasallos suyos se convocaron contra el Corregidor y españoles de Tacna.Determinado, aunque con bastante cuidado y susto, proseguía a entrar a midoctrina anticipando aviso de mi llegada, cuando con cautelosa malicia, elAlcalde, por una esquela me respondió recibirme gustoso, y preguntando a lospropios canaris de las novedades del Pueblo no querían darme razón algunahasta que un indiecito, de gran inclinación y amor que me tenía, dijo la mañanade mi entrada, a distancia casi de una legua, que toda la noche estuvieron losindios en el pueblo en un alboroto terrible, alistando gente con ocho capitanesnombrados, que la mitad de la tropa había bajado a Tarata. Las mujeresestaban en un llanto, alaridos y lamentos, y esta misma noche se entraron paraTarata muchos indios de Catari, mataron al cacique y a varios españoles yluego pasaron propios para el Pueblo a alistar gente y que tal vez podía
suceder alguna avería conmigo. Con esta razón, desmayado el ánimo,retrocedí con extremada carrera padeciendo mil trabajos y penalidades hasta laVilla de Moquegua, librando la vida del peligro nunca imaginado.
Aguardando yo en la dicha Villa noticia favorable de mi Doctrina, siempre conel intento de volver a entrar en ella por varios motivos, adquirí el últimodesengaño de que los ingratos indios me habían esperado con el supliciopreparado para quitarme la vida junto con mis familiares; tan público corrió estedepravado concejo de los bárbaros indios que horrorizados los caballeros deMoquegua me buscaban para maravillarse más del modo cómo escapé de lasgarras de la crueldad. Confirmóse esta verdad de haber fraguado mi muerte lostiranos indios por un mozo feligrés mío nombrado Marcos Aldana, quienhallándose cautivo escribiente de ellos, disertó y declaró entre otros asuntoslos designios e inicuos intentos de dichos indios.
Prescindiendo del levantamiento general de los indios, cuyos efectoslastimosos se experimentan en casi todas las provincias del Reino no se hadado basilisco como Catari y sus secuaces quienes han salido de la tierraarriba como unas fieras destrozando españoles con el fin de robar y aniquilarcuantos bienes encuentran. Profanando los sagrados templos, saqueándolos,ultrajando y matando sacerdotes como la cruel muerte que dieron al cura deSantiago de Machaca, al de Viachi y otros que refieren en Moquegua, cuyovecindario dejé bien afligido y prevenido de armas y gente, aguardando porhoras la invasión de los indios.
Finalmente, Señor, a vista de tantas ignominias, que han ejecutado con loscuras y, contemplando la ingratitud de los míos qué podía yo esperar sinosalvar la única vida que tantas veces ha estado expuesta al sacrificio, pues aunen tiempo de quietud trabajé bastante en conservar la paz y concordia enmedio de ellos, conteniendo sus osadías y genios belicosos porque acaso lafiereza de ellos no se deslizase a perder mi respeto y rompiesen los muros dela veneración y honra que debían guardarme.
Increíble se hace que llenos de tantos beneficios como han recibido de mi parteasí en lo espiritual como en lo temporal, con una corta insinuación de aquellosenemigos declarados de los españoles hubiesen maquinado mi muerte, siendoconstante entre ellos, que en los cuatro años [desde 1777] que he servidoaquella doctrina mi fin ha sido mirar su bien espiritual, trabajando sólo sin poderconseguir otro sacerdote que me ayude a sostener el peso del ministerio, asípor los pocos operarios como por la renta tan tenue del Curato.
Defecto quedimana tanto por la miseria de los indios cuanto por lo muy corto que quedó porrazón de la división. Y, debiendo de poner en consideración de Vuestra Señoríaque mis indios no se contemplan hoy como ovejas sino como unos lobos carnicerosque persiguen a su Pastor, parece conforme al precepto evangélico debía yohuir y buscar ciudad de refugioSiendo así, que en la presente estación hayasacerdote que temerariamente quiera entregarse a manos de aquellosbárbaros, demás del requisito necesario de estar instruido en el idioma aymaralo que es muy difícil hallar en esta ciudad. Por tanto.A Vuestra Señoría pido y suplico se sirva su piadosa justificación aprobar mi receso deaquella doctrina protestando cuando sosieguen y conozcan su error buscarmedios proporcionados para introducir sacerdote y reducirlos al camino de susalvación que será justicia. Juro en forma lo contenido y para ello firma.
PabloCuadros".